Parte de los frutos de la pandemia de 2020 en mi caso ha sido intentar poner (por primera vez en mi vida de manera seria) atención al idioma que se hablaba aquí en Chía (y en Bogotá, y en los dominios que van desde la región del Tequendama al sur, por toda la Sabana, hasta el límite norte más o menos en la región de Duitama): el muisca.

Indagando, noté que hay relativamente poco material, pero hay en todo caso acceso a un léxico de tamaño importante. El trabajo de María Stella González de Pérez en el Caro y Cuervo fue maravilloso y pareció inspirar de manera profunda a algunas personas. Stella murió hace poco más de un año, pero dejó la base de trabajos que en manos de Facundo Saravia (un profesor de idiomas originario de Argentina y discípulo de María Stella, que ha llevado a cabo desde hace una década un trabajo inmenso de construir un diccionario y cartillas de aprendizaje del myskkubun) han florecido de manera impresionante. He intentado leer y trabajar (en los breves resquicios de tiempo que me quedan) algo de esas maravillosas cartillas.
Hablando con Facundo en un taller que organizó hace un par de meses, terminé llegando a un libro sumamente interesante, del lingüista israelí Ghil`ad Zuckermann: Revivalistics.
Zuckermann ha sido director del programa de lingüística e idiomas en peligro en la Universidad de Adelaide en Australia. Formado en la Universidad Hebrea de Jerusalén y luego en Oxford, Zuckermann se ha dado a la tarea de revivir el idioma barngarla en el sur de Australia donde ahora vive.

En su libro, Zuckermann da primero un recuento muy detallado de cómo funcionó el revivir el “hebreo” (que da en llamar israelí para diferenciarlo del idioma hebreo bíblico o del hebreo mishnaico, y que en realidad, subraya de mil manera el autor, es un híbrido sumamente interesante y vital del idioma semita original con el yídish indoeuropeo). Para mí fue obviamente fascinante leer algunas cosas que ya sabía, otras que intuía, y otras que me hicieron abrir los ojos al fenómeno complejo y sorprendente del revivir del hebreo (me queda difícil seguir a Zuckermann y llamarlo el “idioma israelí”, tal vez por costumbre).
Parte de la indagación de Zuckermann va a la manera como se logró que funcionara finalmente ese revivir particular – y luego traspone sus experiencias como estudioso de un idioma esencialmente revivido hace 120 años… al problema de revivir un idioma que se dio por desaparecido hacia 1960.
Para quienes nos interesamos por la situación del muisca, y de la dificultad inmensa que hay al tratar de aprender (no adquirir) un idioma que dejó de ser hablado hacia el último tercio del siglo XVIII, la lectura de Zuckermann, tanto en su descripción de la revitalización del hebreo/israelí como en su programa de apoyar desde la Universidad de Adelaide (y en mucho trabajo con comunidades) el barngarla, es algo sumamente importante. ¡Agradezco a Facundo Saravia el haber guiado mi interés hacia Zuckermann!
Facundo me preguntó si podría yo hacer una síntesis de las estrategias que propone Zuckermann. Lo intento.
La sección 8.2 de su libro se llama Why Should We Invest Time and Money in Reviving Languages?
Empiezo por ahí. La primera razón, muy global, tiene un carácter de cuidado del mundo, de ecología cultural, muy interesante. Zuckermann cita a Nicholas Evans: you only hear what you listen for, and you only listen for what you are wondering about… just as the ‘biosphere’ is the totality of all species of life and all ecological links on earth, the logosphere is the whole realm of the world’s words, the languages they build, and the links between them. Zuckermann describe otro libro de 2010 (Dying Words) de Evans donde se examinan las miríadas de maneras como pueden diferir los idiomas, la información que contienen acerca del pasado remoto de sus hablantes, la interdependencia del lenguaje y el pensamiento, el entrelazamiento entre el lenguaje y la literatura oral.
Luego propone directamente Zuckermann:
- Razones éticas: la mayoría de idiomas no mueren “porque sí”; la mayoría han sido destruidos (por los colonos en Australia, por la conquista y colonia española en estas tierras). Es un deber moral restituir los idiomas en la medida de nuestras posibilidades. El artículo 27 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (ICCPR por su sigla en inglés) consagra el derecho de usar su propio idioma a quienes pertenecen a minorías étnicas, religiosas o lingüísticas. De ahí se infiere, dicen Zuckermann, que cada persona tiene el derecho a expresarse en el lenguaje de sus ancestros. En el caso del muisca es sumamente complejo ese argumento, pero es obvio que hay razones muy fuertes para por un lado apoyar todos los esfuerzos de revitalización, y por otro lado ver como nosotros (muchos mestizos y con muy probable ancestro muisca, mezclado con muchos otros) podemos directamente reducir el impacto negativo brutal que tuvo para algunos de nuestros antepasados la supresión de su idioma.
- Razones estéticas: da Zuckermann varios ejemplos (en idiomas aborígenes de Australia, en el idioma yaghan de la Tierra del Fuego, en persa antiguo, en rapa nui (de la Isla de Pascua) de conceptos distintos: uso de direcciones cardinales en lugar de “derecha/izquierda”, el mamihlapinatapai fueguino que se refiere a una mirada entrecruzada por dos personas cuando ambos quieren que el otro ofrezca algo que ambos quieren pero no son capaces de sugerir, el nakhur – camella que no da leche hasta que le cosquilleen la nariz, el tingo “sacar uno por uno los objetos de la casa de un amigo, pidiéndolos prestados, hasta que no quede nada”, etc. De lo poco que he aprendido de myskkubun, sé que el concepto de pyky (y muchas palabras derivadas) es a la vez “corazón” y “entendimiento”, “sabiduría”. (Curiosamente, el hebreo antiguo usaba lev también un poco en esa doble acepción…). Para mí esta razón estética debería ser suficiente.
- Beneficios utilitarios: bienestar, salud mental, habilidades cognitivas … son tres categorías que, dice Zuckermann, están directamente ligadas al revivir un idioma. Cita varios estudios de las últimas dos décadas en esa dirección — y beneficios económicos derivados de una mayor auto-estima, para las sociedades involucradas. No es tan claro ese argumento para mí, pero sí me parece más o menos obvio que proyectos como revivir un idioma pueden aumentar el conocimiento de sí mismo. (Desafortunadamente, en manos de ciertos individuos, eso mismo se puede transformar en regionalismos/nacionalismos muy feos. Pero que ese peligro exista no implica que no se de importancia vital el trabajo en revivir idiomas como el muisca.)
- Esquemas legales: como Zuckermann está directamente involucrado, junto con un grupo aparentemente creciente de personas de la comunidad que habla ahora en barngarla, en el revivir del idioma, han usado directamente apoyo legal en Australia. Esa parte del argumento me parece menos fácil de trasplantar, menos adaptable. Pero un corto párrafo me llama la atención: A quick change in government policy can damage the revival of Indigenous languages that has taken years to develop. Given the limitation of government policies, compensation schemes backed up by legislation will better protect the linguistic rights of Indigenous people. Cita también (de manera muy extensa) Zuckermann el trabajo con asociaciones de derechos humanos y aspectos legales específicos. Me queda difícil cernir de una gran cantidad de ejemplos lo que realmente sería relevante a un contexto local.
Cierra Zuckermann su libro con un breve capítulo (Our Ancestors Are Happy) sobre estudios y ejemplos de aumento de bienestar (mental, social) causado por el revivir un idioma. De nuevo, de la cantidad de información que da, hay que cernir. Pero queda algo común, capturado en algunas frases y ejemplos.
Me gusta mucho, por ejemplo, esta frase que cita de Alex Brown (aborigen australiano): “What scientists hold stock in is only what they can measure. But you can’t measure the mind or spirit. You can’t weigh it, you can’t deconstruct it. But only if we do will they see that Aboriginal people are spectators to the death of their culture, their lives… We watch as our culture dies. How are you going to measure that?”
Imagino a alguna tatara-tatarabuela mía hace un par de siglos viviendo y tratando de articular algo similar aquí en el altiplano cundiboyacense al ver su cultura muisca (o tal vez panche, o guane) destruida.
Después del japonés sí me gustaría estudiar algo de Pali o Sánscrito. Algo muy rudimentario, en Tailandia hay expertos en Pali que tardan toda la vida estudiando y reviviendo esa lengua. Las razones en mi caso son religiosas. Por lo poco que he visto, eran idiomas con una expresividad lógica increíbles. Además, hay muchos términos que por más que se intente, ningún otro idioma logra capturar su idea original y terminan completamente tergiversados en las lenguas modernas occidentales o en las antiguas del lejano oriente.
Debe ser algo maravilloso estudiar Pali. Supongo que actividad para toda una vida. Debería lanzarse a eso.
En mi caso, el ir aprendiendo (lentamente, difícilmente) el idioma muisca ha sido algo muy importante de esta época. No sé, no tengo ni idea de hasta donde lograré llegar. Pero lo (poco) que sé me parece absolutamente fascinante.