Pensé llamar este post Vasos comunicantes, pensando en la percepción más perenne que he tenido de mi lectura de fondo de estas últimas semanas, el volumen Sodome et Gomorrhe de À la recherche du temps perdu, en la impresión que más profundamente me ha quedado de ese libro. Un tratado impresionante de vasos comunicantes entre distintas capas de una superficie muy compleja, una representación literaria espléndida de alguna variante de modelo en forma de superficie de Riemann, amarrado en un topos/haz/modelo de Kripke à la Zalamea.
Pero luego cambié de opinión, y decidí atar todo con el relato acaso menos amplio, acaso más puntual, de cómo viví yo mismo ese 19 de junio pasado, ese día tan extraño y bello y brutal y maravilloso para tanta gente en Colombia. De cómo sumergirme en trozos de Proust me sirvió para sobrellevar la angustia y la (ahora sabemos, errónea) anticipación de resultados desastrosos de esa elección tan singular.
3:00 pm. Al ver que faltaba solo una hora para el cierre de las urnas, y tal vez dos o tres para el anuncio del desastre, aquella parte de mí que prefiere imaginar horrores para luego descansar, y evitar esperar glorias y tener decepciones, se activó. No lograba concentrarme en nada, no quería estar pegado a los resultados.
Me fui a tomar fotos del jardín, y a leer a Proust.









Nous nous hâtâmes pour gagner un wagon vide où je pusse embrasser Albertine tout le long du trajet. N’ayant rien trouvé nous montâmes dans un compartiment où était déjà installée une dame à figure énorme, laide et vieille, à l’expression masculine, très endimanchée, et qui lisait La Revue des Deux-Mondes. Malgré sa vulgarité…
p. 251 – Sodome et Gomorrhe, II, ii, À la Recherche du Temps Perdu
Tal vez (!) aún más que los libros de la Recherche que había leído antes, en Sodome et Gomorrhe parece Proust refinar su arte de los vasos comunicantes, sus conexiones subterráneas, implícitas, su manera de contar en varias capas a la vez. El héroe (tal vez Proust) aquí va en tren con Albertine. La quiere besar; sospecha que ella está enamorada de varias otras mujeres (el tema de Gomorra), se encuentran con esa vieja fea en el compartimiento. Se la volverá el héroe a encontrar más tarde, durante un viaje en tren a un palacete (aristocrático, pero alquilado por burgueses de París a gente que desprecian por ser nobleza local; a la vez despreciados ellos por ser simples burgueses con dinero); la vieja fea es una dama de la nobleza rusa invitada por los burgueses para dar lustre a su reunión. Desprecios mutuos entre esas dos clases sociales se acumulan.











Après cette acerbe riposte adressée à M. de Cambremer, elle lui offrit le bras pour aller à table. Il hésita un instant, se disant : « Je ne peux tout de même pas passer avant M. de Charlus. » Mais pensant que celui-ci était un vieil ami de la maison du moment qu’il n’avait pas la place d’honneur, il se décida à prendre le bras qui lui était offert et dit à Mme Verdurin combien il était fier d’être admis dans le cénacle (c’est ainsi qu’il appela le petit noyau, non sans rire un peu de la satisfaction de connaître ce terme). Cottard, qui était assis à côté de M. de Charlus, le regardait sous son lorgnon pour faire connaissance et rompre la glace, avec des clignements beaucoup plus insistants qu’ils n’eussent été jadis, et non coupés de timidités. Et ses regards engageants, accrus par leur sourire, n’étaient plus contenus par le verre du lorgnon et le débordaient de tous côtés. Le baron, qui voyait facilement partout des pareils à lui, ne douta pas que Cottard en fût un et ne lui fît de l’œil. Aussitôt il témoigna au professeur la dureté des invertis, aussi méprisants pour ceux à qui ils plaisent qu’ardemment empressés auprès de ceux qui leur plaisent. Sans doute, bien que chacun parle mensongèrement de la douceur, toujours refusée par le destin, d’être aimé, c’est une loi générale et dont l’empire est bien loin de s’étendre sur les seuls Charlus, que l’être que nous n’aimons pas et qui nous aime nous paraisse insupportable.
p. 310 – Sodome et Gomorrhe, II, ii, À la Recherche du Temps Perdu
En este pasaje los personajes son el noble M. de Cambremer, dueño del castillete pero en ese momento invitado por los inquilinos burgueses Verdurin. Tuvieron que alquilar el palacete por… falta de dinero, que parece sobrar a los Verdurin. Los burgueses ven al noble como alguien anticuado, sin gusto. Los nobles a su vez ven a los burgueses como unos ricachones sin estilo. Llega el barón de Charlus (invitado en gran parte por su título por los burgueses que dicen despreciar los títulos); trae consigo a un joven violinista que está haciendo su servicio militar (Morel) que está intentando conquistar (el tema de Sodoma). A Mme Verdurin le parece fantástico que entre un violinista en el «círculo», pues salió antes otro músico, un pianista. Cottard es un médico sumamente arribista, probablemente de origen popular, que cambia por completo siempre que sabe que hay alguien de la nobleza cerca a él; se deshace en carantoñas hacia cualquier persona con títulos. Su tic de nerviosismo es abrir y cerrar los ojos a través de su monóculo; al ver que el barón de Charlus está al lado de él, se desborda en esos gestos. Charlus interpreta mal; cree que el doctor Cottard le está coqueteando; lo trata con desprecio (pues él está en plan de conquista al joven Morel, no le interesa el viejo doctor). El viejo doctor no sospecha ni remotamente la interpretación de Charlus.
Varias capas sociales, varias expresiones tanto de la burguesía como de la nobleza, con sus mutuos desprecios y equívocas carantoñas, con sus cambios de tono al hablar con quienes consideran superiores socialmente pero inferiores culturalmente. La reunión social donde los (burgueses) Verdurin (es decir, donde los (nobles) de Cambremer) dura toda una tarde, dura casi doscientas páginas del libro. Toda clase de insinuaciones sexuales veladas entre distintas personas, con distintos sexos, ocurre bajo la superficie. Pero estas no están jamás aisladas, jamás son crasas. Están entrelazadas con una verdadera sinfonía de frases repetidas, de alusiones, de ubicaciones y re-ubicaciones de clase social, de expectativas en el tiempo (¿cómo hacer que vuelvan los que quiero que vuelvan la otra semana? ¿cómo lograr competir con otro gran salón parisino, sin parecer nunca que lo estoy haciendo?)












4:00 pm. Sentía casi asfixia; seguía fuera, completamente desconectado de computador y teléfono, mirando las flores y los pájaros, el gato y los árboles, perdido en las pulsiones y fluxiones y expectativas a medias engañadas de los personajes de Proust. Sentía miedo por el país.















Las rosas ya envejecidas, ajadas, oxidadas por debajo, con pétalos desgranados, con marcas de los insectos que han pasado por ahí, ejercen cierta fascinación. Uno puede adivinar aún su belleza prístina pasada. Los colores evocan maquillajes de vieja señora, sus estrías evocan manchas rosadas en el cuerpo, hermosos culos viejos, piernas hendidas, senos escurridos; ese esplendor de vejez barroca que siempre permite evocar la frescura increíble del pasado.
… il faut avoir vu le redressement de Cottard (que ses nouveaux malades prenaient pour une barre de fer), et savoir de quels dépits amoureux, de quels échecs de snobisme étaient faits l’apparente hauteur, l’antisnobisme universellement admis de la princesse Sherbatoff, pour comprendre que dans l’humanité la règle —qui comporte des exceptions naturellement— est que les durs sont des faibles dont on n’a pas voulu, et que les forts, se souciant peu qu’on veuille ou non d’eux, ont seuls cette douceur, que le vulgaire prend pour de la faiblesse.
p. 434 – Sodome et Gomorrhe, II, ii, À la Recherche du Temps Perdu
El antiesnobismo surgido de los fracasos de esnobismo, los duros surgidos de la debilidad, la fuerza surgida de la fragilidad.














Hacia las 5:00 pm, cuando estaba yo escondido entre esas fotos y esos textos y el desespero, llegó MC a anunciarme que Gustavo Petro y Francia Márquez habían ganado las elecciones. Yo intenté no manifestar tanta alegría; intenté aguar mi propia felicidad. Casi inmediatamente, me llamó mi hermana. No cabíamos de la felicidad, de lágrimas, de pensar en las posibilidades. El país entero (bueno, una buena parte de este) estalló en un júbilo de esperanza arrollador. El resto ha sido contado. Ojalá no quedemos defraudados. Probablemente sucederá eso. Pero el momento, el desenlace del 19 de junio de 2022, valió la pena vivirlo.
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