Tres películas muy distintas. Un tema.

El tema es (obviamente) el tema de hoy: la inmigración. Las fronteras y la noción de cruzarlas (o no) legal o “ilegal”-mente. La zona del medio, el no-man’s land (que ahora se podría llamar no-land’s man, o nowhere man, o algo que marque la situación de gente que no logra tener el estatus oficial de refugiado, que los haría partícipes de algo, y no son ciudadanos de ningún lugar).

Las tres películas son (en la superficie) totalmente distintas. La primera es el documental Human Flow del artista chino Ai Wei Wei. La segunda es el drama alemán (dirigido por Fatih Akin; alemán hijo de turcos) Aus dem Nichts. Y la tercera es una comedia ligera llamada Madame; una de esas comedias gringoides parisinas.

María Clara al regresar caminando después de la tercera película me hizo caer en cuenta de los parecidos entre las tres.

A primera vista nada que ver las unas con las otras. Un documental (con la mano de un artista contemporáneo, famoso por sus instalaciones gigantes y sus múltiples luchas con las autoridades; también famoso por mover muchos medios y provenir de una familia riquísima que le ha financiado parte de sus obras), un drama (dirigido con el toque brutal, sin contemplaciones, sin suavidades, muy alemán y a la vez con una mirada externa muy acerada) y una comedia ligera (con Rossy de Palma y Harvey Keitel como actores principales; una comedia de ricachones gringos en París).

Pero el tema en las tres en el fondo es el ser migrante. Ai Weiwei usa medios fantásticos para mostrar los campos gigantes de Europa, de Turquía, de Líbano, de Gaza, de Eritrea – donde millones de personas están en ese estado de no land’s man tan brutal – algunos por generaciones enteras. Se involucra, habla con algunos – o bien hace planos gigantes que se van acercando lentamente hasta la bajada al mundo real. Fatih Akin muestra el racismo inherente y estructural del sistema legal de Alemania, a través de una historia donde un asesinato (bombazo) cometido por unos nazis genera toda una serie de acusaciones mal dirigidas, dudas a lo “diferente” (lo turco, la mujer), malicia de la policía cuando sin investigar decreta que el atentado “debió ser una pelea entre bandas rivales turcas, o albanesas o kurdas o de algún país de esos”… y solo cuando la evidencia del origen nazi de los ataques se vuelve ineludible lleva las cosas a proceso… Y en Madame, en medio de la ligereza (atenuada por la actuación de Rossy de Palma) de una película que casi sería olvidable, hay frases muy dicientes. Por ejemplo, cuando está el problema de hacer que una de las criadas se siente en la mesa de una cena con gente muy “elegante y fina” – el joven alcalde de Londres y su esposo, coleccionistas de arte franceses, etc. – surge el tema de si la criada filipina puede ser. La Madame hace cara de asombro y dice “nobody invites a Philipino maid to this kind of dinner”. La frase dicha así, casualmente, queda flotando. Y así con muchas otras. Terminan incluyendo a la criada española porque de alguna manera España puede ser dentro de su tercermundismo (y la percepción nórdica de Spain is different, acentuada recientemente por la propia España en su neo-autoritarismo) un país con reyes “de verdad” y gente que aunque un poco rara aún podría estar en esa mesa gringo-inglesa-parisina.


Una noticia del Guardian invitaba a los europeos a mirar el ejemplo de varios países africanos (Uganda, Kenia) en la manera como lidian con sus inmigrantes. Decían que alguno de esos países lograban de hecho incorporar a muchos migrantes en toda clase de actividades – cosa que los europeos en este momento no tienen ni idea de cómo hacer.


Y de alguna manera, tras Ai Wei Wei, tras Fatih Akin y tras la ligereza de Madame, está el tema: ¿por qué pueden lidiar (a regañadientes, y finalmente no les funciona) con la migrante española pobre, pero no con la filipina? ¿Por qué Europa le paga tanto a Turquía para que se quede con los migrantes que llegan desde lugares tan lejanos como Afganistán – además de la vecina Siria – y le ofrece a los turcos poder entrar sin visa a Europa como parte de pago? ¿Por qué México procesaba tan duro las visas de colombianos y nos trata a veces con tanta desconfianza? De hecho – ¿por qué en México separan los vuelos que llegan de Suramérica de los que llegan de Norteamérica y Europa, en filas de migración distintas?

Ver la película de Ai Wei Wei es duro. Ver que hay millones de personas sin ningún tipo de protección – no son “ciudadanos” de ninguna parte y están ahí a la deriva (o mucho más a la deriva que los demás). Ver a Fatih Akin y sentir la frustración y la rabia de una mujer que entiende que Alemania es racista en su estructura, más allá de la existencia de esos nazis. Ver Madame y ver cómo construyen un humor sobre la mediocridad de la burguesía yéndose a pique (el Caravaggio que se ve a leguas falso, el mal gusto francés o franco-gringo, y finalmente el desprecio brutal de un ricachón inglés por todo lo que se salga de su esquema).


Vale la pena ver esa última película por la cara hermosísima de Rossy de Palma en las escenas finales. Ella de alguna manera salva todo y permite seguir soñando.


Agregado después: abro la página del Guardian y me encuentro con una noticia “Migrant children and families now face indefinite detention by US“. No puedo ni leerla completa. Es de lo más deprimente que hay hoy en día. Y esta otra de ayer en el Telegraph: “Up to 100 migrants, including babies, feared dead after boat sinks off the coast of Libya“. Esta última parece que era un barco que Italia no dejó amarrar a ninguno de sus puertos.

En 1906 el barco Sirio repleto de migrantes italianos que venían camino a América se hundió al frente de Cartagena (España). Hay canciones muy tristes (y muy bellas) que cuentan ese naufragio:

(Me aterra pensar que ahora hay barcos devueltos de las costas italianas; que uno de estos se hundió.)

l’écume des jours

El título de esa novela de Vian, la espuma de los días (¿la lavaza? ¿los desechos? ¿qué tipo de espuma? ¿de la sucia del mar?) captura perfectamente algo del aire de estos días de final de semestre, de expectativas y tristezas vitales, de querer ayudar a alguien que está con mucho miedo y no poder realmente hacerlo – a menos que la simple presencia y compañía pueda ser considerada ayuda.

2017 ha sido un año colmado de aprendizajes, de abrir los ojos hacia dentro y hacia el mundo, de reencuentros con gente que ha sido importante en otros momentos, de viajes un poco distintos de los de antes (volver a San Agustín y Tierradentro, volver a Kilpisjärvi/Laponia en invierno, luego ir a Aragón que resultó ser un lugar muy peculiar, muy distinto de otras regiones de la península ibérica, volver a Granada y pasar días con una amiga de hace muchos años, volver a Israel a ver a Antoinette en Haifa y a Saharon en Jerusalén – viajes de retorno casi todos tal vez con menos novedades que en otros momentos, pero tan increíblemente plenos a nivel visceral, volver a París por vez número 12 o 13, y verla a la vez tan afectada por problemas similares a los de todas las ciudades grandes y tan hermosa en su tono inseguro de la época), acaso con menos ilusión inmediata pero con más paciencia y percibir – un año con cierta simplificación de lo que se espera, con expectativa y con espuma, sí, mucha espuma, como llegada del mar.

 

 

Perplejidad mía y catalana

Esta primera semana de octubre de 2017 ha sido para Cataluña (y para quienes nos sentimos de una u otra manera conectados con ese país [¿con esa región?]) un mar de perplejidades, de preguntas muy difíciles, de respuestas que llegan bien hasta un punto y empiezan a resquebrajarse, de sentimientos mezclados con realidades contantes y sonantes muy frías.

Como no sé bien cómo continuar (¿por dónde empezar? ¿por una toma de posición? ¿por señalar los peligros de ciertas tomas de posición? ¿por una manifestación de indignación? ¿pero con quién exactamente la indignación? ¿con “España” y lo que ha representado? ¿con el PP? ¿con las élites catalanas que ya empezaron a salir corriendo? ¿conmigo mismo por no ver las cosas cuando están ante mis narices?) me limito a transcribir viñetas mentales que ilustran algo de lo que genera perplejidad en mí – e intentar a partir de ahí reconstruir algo. Primero, dos puntos de partida, de ubicación personal.

  • Lo primero (para mí): llevo a Cataluña en el corazón desde hace cuatro décadas. He tenido la inmensa fortuna de vivir ahí – no un largo tiempo, pero sí dos meses enteros en 2016 y muchas otras visitas cortas. Mi primer contacto con el Mediterráneo – a la edad de diez años – fue en la playa del Vendrell, entre Barcelona y Tarragona. Mi primer recuerdo de haber pedido un plato en un restaurante y haber resistido con mucha rauxa a los embates de sensatez (¿seny?) de mis padres fue en Barcelona. Vi la Barcelona pobretona de finales de los setenta, la Cataluña que empezaba con pie trémulo a poner letreros que decían “Catalunya” oficialmente y a quitar menciones infames al “generalísimo” en su Diagonal (que acababa de recuperar ese nombre después del oprobioso nombre que le tocó des-lucir durante las décadas de horror). Conocí un poco de esa Cataluña – la conocí como la puede ver un niño de diez años (pero el recuerdo es bastante preciso: yo era el “copiloto” de esos viajes en carro bajando desde Bélgica – desde entonces está grabada en mi mente la entrada inicial a “Espanya” por Andorra – y mi sorpresa inicial con esa escritura, la Seu d’Urgell (que en las señales aún era “Seo de Urgel”), Vic, la entrada a Barcelona, todo eso estaba en el mapa Michelin rojo de España que llevábamos y que aún recuerdo fotográficamente.
  • Lo segundo: además de ese viaje fundamental en 1978, he tenido posteriormente la oportunidad increíble de conocer algunos catalanes y algunos españoles de Cataluña. Tengo amigos catalanes que no se sienten españoles y amigos catalanes que sí (hasta ahora). Gracias a ellos he podido conocer una literatura riquísima y hermosísima, y leer en el idioma original Mirall trencatLa plaça del diamant de Mercè Rodoreda o la impresionante Jo confesso de Jaume Cabré. Leer en catalán e intentar hablarlo (no es fácil; no porque el idioma sea difícil en sí, sino porque cuando en Cataluña ven que uno no habla bien el idioma por amabilidad y practicidad pasan al castellano pues notan claramente que es mi idioma; si no supieran castellano, sería mucho más fácil para mí aprender a hablar en catalán).

 

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la Costa Brava poco antes de aterrizar en Barcelona, en noviembre de 2016 – siempre me emociona la idea de llegar/volver a Cataluña

 

Todo lo anterior tiñe mi lectura de la situación catalana de algo muy personal y con cierto grado de ambigüedad.

Ahora, octubre de 2017.

  • Convergen en ese lugar, en ese país, en esa ciudad por lo menos dos movimientos muy fuertes aunque muy asimétricos: el reclamo de independencia en Cataluña, la brutalidad inaceptable de ciertas fuerzas de España. Al principio toma tal vez por sorpresa por un lado la dimensión y profundidad del reclamo independentista, por otro lado lo encarnizado de la represión a este.
  • Se podría (de manera un poco simplificadora; justa en algunos casos pero no da cuenta de lo que realmente está sucediendo) leer esto en clave de nacionalismo, de dos nacionalismos enfrentados. Y los eventos del 8 de octubre, y la respuesta de algunos, podrían subrayar esto. Pero me parece que llamar simple “nacionalismo” el reclamo absolutamente justo de mayor autonomía, de posible independencia, de una región como Cata

la balsa de piedra

Hace un par de décadas leí A jangada de pedra, la novela de Saramago que habla de un desprendimiento mágico de España y Portugal del resto de Europa. Amanece un día y resulta que en la frontera con Francia se abrió un tajo delgado pero a medida que pasa el tiempo el tajo se abre, quedan desconectados Portbou y Cerbère, Saint-Jean Pied de Port y el inicio del camino. Luego la península empieza a irse más rápido como una balsa a la que le hubieran soltado las amarras e inicia su deriva hacia el oeste, hacia las Azores tal vez o hacia las Antillas – nadie sabe. Muy rápidamente se reconfiguran cosas: Europa dice que “en realidad siempre se supo que España no es que fuera muy europea, y la naturaleza terminó confirmándolo”, entre España y Portugal empiezan a suceder cosas que de alguna manera el estar atadas a Europa por los Pirineos fueron siempre pospuestas, y la novela continúa a partir de ahí.

Hoy pensaba un poco en eso – pensaba en mil cosas más al ver las noticias de la brutalidad de la policía de España en Cataluña – pero sobre todo pensaba cómo España en realidad no cambia en su rigidez, en su quietud, en su legalismo.

Un reino armado hace poco más de cinco siglos por una familia de locos que expulsó a sus judíos (y con ellos a buena parte de su intelectualidad de entonces, y a sus médicos y a sus financieros), que se encegueció con su victoria contra los “moros” (y aunque mucho de lo más valioso de España es su herencia árabe – que agradecemos diariamente los herederos de los herederos de… – sigue de alguna manera sin asumirse de manera real como hija parcial del mundo árabe) y luego se lanzó a la codicia y el saqueo en esta parte del mundo, y al fundamentalismo religioso para salpimentar todo… un reino donde decidieron básicamente detener el progreso del mundo, negar la revolución capitalista, enceguecerse con hidalguías y abolengos, y negar el paso del tiempo.

Hoy tuvo lugar el corte de amarras que vio Saramago, pero no por la frontera francesa sino por la frontera entre Cataluña y España.

De alguna manera los actos de España en Cataluña hoy fueron una manera de decir “no queremos entender, no queremos hablar, no nos interesan ustedes de verdad”. Fueron la España del desprecio a Cataluña, la del señorito castellano que se cree que puede entrar a patadas donde sus vasallos sin que haya consecuencias, tal vez porque hasta ahora (casi) nunca las ha habido.

Que fue una jugada maestra de la derecha catalana, dicen algunos. Que es cosa del infantilismo catalán, dicen otros. Que esto, que lo otro – seguramente hay algo de cierto en todos esos análisis. Pero el hecho crudo y duro es que quedó muy legitimado el clamor de independencia de Cataluña, y España quedó como el bobo (feroz) del juego – recordando otros momentos del bobo feroz que expulsa a sus judíos (una comunidad de vivacidad intelectual impresionante en la Edad Media), que se enorgullece de ganar a los árabes (para después armar país sobre los despojos), que va luego a saquear América hasta que sus propios vástagos terminan expulsándolos.

Hace 217 años en Santafé de Bogotá ocurrió lo siguiente: había fermento independentista entre algunos criollos (hijos o nietos de españoles que en la ceguera peninsular eran tratados como de segunda o tercera), unos cuantos leían lo que venía de Francia (ilegalmente, obviamente – en España muchas cosas han sido ilegales, incluyendo el referendo de hoy), unos cuantos de ellos habían estudiado matemática (o astronomía o botánica) con el profesor Mutis y traían ya la semilla de la independencia. La mayoría eran jóvenes acomodados que normalmente habrían hecho lo de todos los jóvenes acomodados – dedicarse a aprender algún oficio, obtener algún cargo, dedicarse a robar aquí o allá algunos, otros a construir con cierta honestidad. Pero no hicieron eso. Se lanzaron a su propia campaña de independencia y después de unos cuantos años la lograron.

Era una cosa de la clase de criollos locales, obviamente. Usaron de manera mercenaria y aprovechada a los indios y negros locales, a los mestizos y a los mulatos. Algunos de ellos fueron brutales. Otros fueron sobre todo sagaces.

Pero hoy veo claro que la ceguera de la respuesta española en 1810 y años siguientes, la brutalidad con que llegaron a apabullar en América el independentismo, terminó legitimando ante ojos de muchos la campaña. Lo que era una idea de corrillos de pequeños intelectuales granadinos  –  y hubiera podido quedarse como una idea un poco extraña de gente que leía en francés, que estudiaba mecánica planetaria así fuera ilegal, que hablaba con Humboldt pero tal vez no con los llaneros ni los labriegos del altiplano – se convirtió en un clamor muy global y muy justificado.

El primer rey de España que vino a América en visita oficial fue Don Juan Carlos… en 1976. Leía ayer que los políticos madrileños nunca fueron a hacer campaña en Cataluña en los años anteriores a este 2017.

(Contraste fuerte con la corte portuguesa que se estableció en Rio de Janeiro y al menos se dignaba ir a ver cómo era su colonia Brasil.)

Y no, no hay vuelta atrás para nosotros. Salvo unos pocos políticos ultraconservadores que sueñan con esa España de horror, nadie en América quiere volver a ser parte de España. Puede que hayamos tenido mil tribulaciones, mil dificultades, pero la independencia de España es algo muy importante ganado – aunque pocas veces como hoy se vea tan claro esto.


La balsa de piedra parece que ya zarpó. La Policía Nacional de España se encargó de cortar las amarras con Cataluña y con cierta Europa. Lo que vimos hoy fue un renunciar por parte de España a algo. Parecía que esos policías estuvieran representando un teatro en que más que salirse Cataluña de España lo que está pasando es que España se estaba saliendo de algo que (aún) podríamos llamar “Europa”.


Ahora es difícil saber dónde va a parar España. Si encallará en el Mar de los Sargazos de su modorra, si recogerá ágilmente su rumbo y se volverá a unir — difícilmente — con Europa (vía Cataluña).

Catalunya … avui comença un nou viatjar, ja una mica independent. Espanya va decidir trencar les amarres i salpar com si fos una bassa. És un moment molt difícil i perillós, i probablement hi haurà moltes dificultats. Però crec que cal seguir endavant.

Ruralidades

Con Marcos, un señor maravilloso que trabajaba la tierra en Chía (murió hace tal vez veinte años) a veces hablábamos. Tenía la cara absolutamente cuarteada por la intemperie, como papel doblado – ojos rasgados del altiplano cundiboyacense. Podría haber sido alguna escultura de papel japonesa, plegada y replegada como origami hasta dar con su expresión de cara.

Una vez en 1991 fui a tomar un curso de Teoría Descriptiva de Conjuntos en Mérida, en los Andes venezolanos. Fuimos con María Clara – nuestra primera salida juntos fuera de Colombia. Al contarle a Marcos que nos íbamos lejos, a otro país – Venezuela – por unas tres semanas, no dijo nada. Luego resolvió que nos habíamos ido “a Europa” (le dijo a alguien). Para él, que probablemente nunca en toda su vida salió de Cundinamarca o tal vez Boyacá, la noción de “Mérida, Venezuela” era remota, como la noción de “Europa”. (Aunque los valles arriba de Mérida se parezcan tanto a Boyacá y Cundinamarca… pero eso no lo sabía Marcos, ni importaba que lo supiera. Mérida era esencialmente “Europa” pues era lejana, y remota, otro país.)


Recordé a Marcos porque en Europa nos volvió a pasar lo mismo hace unos pocos días. Casi igual.

Estábamos en Huesca, una capital provincial en Aragón, España. Fuimos en parte por la presencia del CDAN allá – un museo de arte contemporáneo muy interesante – y Centro de Investigación en Arte y Naturaleza. Con edificio impresionante de Moneo, con materiales de investigación aparentemente excelentes.

Fuera de eso, una ciudad chiquitica – como Zipaquirá tal vez.

Pero no nos quedamos en Huesca: decidimos quedarnos en una casa que conseguimos en las afueras, como a media hora de la “ciudad”. La idea era explorar un poco la región desde ahí. Pero terminamos hablando con los pocos campesinos que aún quedan (en ese país que parece haber sido atrapado por una crisis económica aterradora).

En un lugar de carretera en el que paramos, que parecía un parador de lechona por allá en el Tolima – solo que ofrecían asados de esa región – los campesinos, labriegos almorzaban, todos sudados, con camisa de trabajo, con su español de Aragón brutalmente áspero.

Me preguntaron de donde era, y dije inicialmente “de lejos”. Me dijeron “¿de Huesca?”. Yo dije “no, un poco más lejos – de Colombia”. “Ah…”. No hay mucho qué decir. Creo que para la gente de esos pueblos de Aragón, como para Marcos en Chía, la noción de “Huesca” evoca “gran ciudad”, gente que se viste “como nosotros”, gente que aparece en los paradores de carretera y no conoce los usos locales. Que sea Huesca o más allá (incluida Colombia) les dará lo mismo: estamos en la clase de equivalencia de los “urbanos”. Me pasó dos veces, en dos regiones rurales distintas. Al ver que claramente no éramos de ahí les llamaba la atención tal vez el hablar raro, y lo ubicaban (correctamente) en alguna ciudad. Huesca está bien.

Independència(s)

Parece que la Independència de Catalunya ahora sí va en serio. Por lo menos eso podría uno concluir por mero conteo, al notar que El País dedica dos artículos de su pantalla principal en internet al tema (el segundo, nada menos que un llamado de Juan Luis Cebrián a la “cordura”). Por otro lado Avui suena como si la independencia ya fuera inminente y se pregunta cosas como si el ejército español enviará los tanques contra Cataluña, si Cataluña quedará fuera de la UE o fuera del euro. En uno de esos artículos dice Avui que “la UE no querrá otra Noruega, otro país rico fuera de su seno” – como un especie de argumento volitivo para no salir de la UE aún saliendo de España (¿realmente creen los de Avui que Cataluña es comparable con Noruega?).

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Andrés Caicedo explica cómo demostrar el Teorema Fundamental del Álgebra a punta de pura Álgebra Lineal (se basa en una prueba de Derksen de la prueba de existencia de autovectores para cualquier operador lineal en un espacio vectorial complejo de dimensión finita – prueba que evita el Teorema Fundamental del Álgebra y que permite deducirlo). Curioso y simpático todo eso.

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Javier Moreno nos envió desde Canadá dos cosas: un delicioso tarro de jarabe de roble y una novela de Helen DeWitt (The Last Samurai). Empecé a leerla en El Ocaso esta semana. Es rara – hay momentos en que asoma una fuerte tristeza en esa madre empeñada en enseñarle mil y mil y mil cosas a su hijo. Lleno de silabarios (ひらがな y カタカナ obviamente), cosas en 日本語, mucho en griego homérico, etc. etc. etc. —- es un libro hasta ahora muy atizador de curiosidad, muy juguetón y a la vez muy melancólico. No tengo ni idea para dónde va.

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A falta de una, fuimos dos veces al puente colgante sobre el Río Apulo esta semana: la primera fue el domingo, en esa caminata fantástica hecha con un grupo muy variado y simpático, de venezolanos y colombianos; la segunda ayer por la mañana (temprano salimos hacia arriba desde El Ocaso – llegamos al puente colgante en algo menos de una hora de subida muy empinada; allá me pegué un baño muy refrescante en el Río Apulo – a Apolo lo lanzamos también a que se refrescara pues estaba acalorado, pero es muy gallina a la hora de mojarse con agua fría). Fue un fin de semana extendido de trabajo y un par de caminatas increíbles.

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Creo entender por fin una demostración de extracción de indiscernibles (bajo ω-estabilidad, obviamente) en teoría de modelos de espacios polacos – cuando las fórmulas consideradas son todas Σ^1_1 o Σ^1_2 (o κ-Suslin). El hecho de tener Δ-tipos para conjuntos Δ no cerrados bajo negación complica la vida a Shelah (y a los lectores). Las definiciones de conceptos como categoricidad, ω-estabilidad, etc. cambian de manera muy divertida e inquietante. Por ejemplo, categoricidad en λ en ese contexto significa (puesto que todo lo interesante sucede en el cardinal del continuo) que al forzar dos veces mediante forcings que primero hagan que λ se vuelva el continuo y luego preserven el cardinal de λ (aunque agreguen muchos – a lo sumo λ – reales nuevos) se tenga isomorfismo entre las dos interpretaciones de las definiciones. Todo con un sabor muy L_ω1ω como esperaría uno para espacios polacos.

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Por otro lado, ahora la cosa está en teoremas del modelo genérico para objetos como foliaciones o cocientes de gavillas (bajo acciones de SL_2(Z) y similares). Parece más difícil que para haces. Si algo así sale, se acerca mucho más al mundo de teoría de números. El seminario ha estado duro e interesante. A veces me entristece no haber aprendido más geometría diferencial en Madison – pues ayuda de verdad a la hora de hacer las generalizaciones de teoría de modelos que estamos haciendo. Zoran sí lo hizo (trabajo con Robbin y finalmente se fue a geometría no conmutativa muy categórica); fue una excelente decisión.

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Parte de mí se pone feliz con la idea de Independència de Catalunya. Parte de mí se asusta con la inestabilidad cada vez más fuerte en que parece estar entrando Europa. Como siempre, estoy dividido con respecto al tema.

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Y no, no estoy de acuerdo con el argumento escueto de Javier Moreno. En siete párrafos cortos se da el lujo de despachar un problema muy complejo, con muchas aristas, caricaturizando a todo el mundo en el camino. Aunque me parece bien que ventile el tema, creo que cae en un exceso de simplificación que sencillamente hace que se caiga muy rápido casi todo lo que dice. Es bueno que desmitifique el otro argumento escueto de financiar “porque sí”. Pero en la mitad está el mundo real – no está ni en el extremo de Javier, ni en el extremo que Javier ridiculiza. Tal vez el espacio de las columnas de El Espectador termina produciendo eso. A mí me gustaría que Javier se lanzara a escribir algo con mucha carne, muy documentado, muy argumentado – digamos una columna tipo The New York Review of Books y no unas pocas frases estilo El Espectador. Ahí sí podríamos iniciar una discusión muy fructífera y productiva.

Marías padre, a través de Deza

La novela Tu rostro mañana funciona en muchos planos mentales superpuestos – acción detenida y pasada cuadro por cuadro, con mil reflexiones, memorias, premoniciones interpuestas. La voz de Deza padre (que bajo la pluma de Marías es la voz de su padre Julián) llega aterradora en momentos de angustia de Deza hijo en Londres. El peso de lo visto, de lo callado, de lo relatado y lo callado abruman.

Una vez en Madison la madre de una estudiante (de Medellín; la madre la estaba visitando) dijo con absoluto desparpajo, sin rubor: “en Medellín ya limpiamos; ahora se puede salir tranquilo”. Creo que esa señora (una señora paisa seguramente muy amable a la hora de invitar a comer fríjoles, una señora que seguramente se conmovía a la hora de escuchar los tríos de cuerdas kitsch que le fascinan a la gente de esa tierra – El camino de la vida y demás horrores, suavizados con aguardiente y rosario) nunca se dio cuenta del horror que pronunció. Esa frase simple lanzada al vuelo en una reunión “ya limpiamos” resume bien qué pasó con este país, qué ha pasado en tantas partes. Dicha en 1996 esa frase, desde la perspectiva de 2010, de Don Berna, de ese horror cotidiano que es Medellín, no solo suena absurda – suena casi criminal la frase. El desparpajo, la tranquilidad, el tono de la frase – como si estuviera diciendo “ayer fuimos a la finca y trajimos limones”, son la parte más lacerante de ese horror.

Leyendo a Marías encuentro ejemplos magistrales, brutales, de esa misma actitud – referidos a ambos bandos durante la Guerra Civil española.

Un ejemplo (debe ser la voz de Julián Marías a través de su hijo Javier, y encarnada en Deza padre):

(…) No sé qué es peor, si escuchar el relato o presenciar el hecho. (…) Claro que relato es mucho decir, y mucho llamarlo, para lo que por ejemplo me alcanzó una mañana en el tranvía, un par de frases dichas al desgaire, a las pocas semanas de estallar la Guerra, las de más furia asesina y un descontrol absoluto, mucha gente cedió e iba llena de ira, y si tenía armas hacía lo que quería, y aprovechaba el pretexto político para ajustar cuentas personales y tomar venganzas exageradas. Bueno, ya lo sabes. Lo mismo en las dos zonas: en la nuestra se le puso algo de coto a eso más tarde, aunque no el suficiente; en la otra, apenas ninguno durante los tres años, ni tampoco luego, con el enemigo ya vencido. Pero tanto me impresionó aquella violencia que me fue referida -en principio no a mí sino a cualquiera que estuviera a tiro, eso es lo tremendo_, que de lo que me acuerdo perfectamente es de por dónde pasaba el tranvía en aquel momento, en el momento en que llegó a mis oídos. Torcíamos desde Alcalá para entrar en Velázquez, y una mujer que iba sentada en la fila de delante señaló con el dedo una casa, un piso alto, y le dijo a la otra con la que viajaba: “Mira, ahí vivían unos ricos que nos los llevamos a todos y les dimos el paseo. Y a un crío pequeño que tenían, lo saqué de la cuna, lo agarré por los pies, di unas cuantas vueltas y lo estampé allí mismo contra la pared. Ni uno dejamos, a la mierda la familia entera”. Era una mujer con aspecto algo bruto (…) Aquella mujer comentó su salvajada con el mismo tono en que podía haber dicho: “Mira, ahí serví una temporada, pero a los pocos meses me largué sin aviso porque eran inaguantables. Los dejé plantados, con un palmo de narices.” Con toda naturalidad. Sin darle excesiva importancia. Con la absoluta sensación de impunidad que hubo en aquellos días, le traía sin cuidado quién la oyera. Con orgullo incluso. Con jactancia al menos. Por supuesto con enorme desprecio hacia sus víctimas. Y esperar una nota de remordimiento habría sido del todo iluso, claro, de eso no había ni asomo. Me quedé helado y asqueado y me bajé en cuanto pude (…)

Conversaciones de un hijo con su padre

Por razones de la vida, me he encontrado en estos últimos meses con películas maravillosas que exploran la relación hijo-padre. Pero esta vez no es una película, esta vez es un trozo de Tu rostro mañana. Es, sencillamente, lo más profundo y conmovedor, y a la vez intelectualmente honesto que leído sobre la guerra civil española.

Marías logra mezclar el plano intelectual/histórico con el plano crítico (crítico con ambas Españas, la roja y la azul-gris) y éstos a su vez con el plano emocional personal (historia de sus familiares durante el cerco de Madrid, su tío muerto siendo muy joven, y su padre encarcelado por traición de algún amigo).

Deza hijo habla con su padre, periodista y ensayista del Abc republicano (había dos periódicos Abc en esos años: el republicano en Madrid, el falangista en Sevilla), y luego encarcelado y casi asesinado como miles (no se sabe cuántos) después de esa derrota. Quiere saber por qué no sospechó nunca de su amigo. El padre nunca habló de eso durante la infancia de Deza, y aún en tiempos recientes (la novela parece suceder durante los años noventa) es tema difícil de hablar. El hijo habla con el padre – el padre finalmente da su posición:

… Hay personas cuyos móviles no merecen la indagación, aunque las hayan llevado a cometer actos terribles o precisamente por eso. Esto, lo sé, va totalmente en contra de la tendencia actual. Hoy en día todo el mundo se pregunta por lo que conduce a un asesino reiterado o masivo a asesinar masiva o reiteradamente, a un coleccionista de violaciones a incrementar siempre su colección, a un terrorista a despreciar todas las vidas en nombre de alguna primitiva causa y a acabar con el mayor número posible de ellas, a un tirano a tiranizar sin límites, a un torturador a torturar sin límites, lo haga burocrática o sádicamente. Hay una obsesión por comprender lo odioso, en el fondo hay una malsana fascinación por ello, y a los odiosos se les hace con esto un inmenso favor. Yo no comparto esa curiosidad infinita de nuestro tiempo por lo que en ningún caso tiene justificación, aunque se le encontrasen mil explicaciones distintas, psicológicas, sociológicas, biográficas, religiosas, históricas, culturales, patrióticas, políticas, idiosincrásicas, económicas, antropológicas, lo mismo da. Yo no puedo perder mi tiempo en indagar sobre lo malo y lo pernicioso, su interés es mediano siempre en el mejor de los casos y a menudo nulo, te lo aseguro, he visto mucho. El mal suele ser simple, a veces no _tan_ simple, si eres capaz de apreciar el matiz. Pero hay indagaciones que manchan, y hasta las hay que contagian sin dar nada valioso a cambio. Hoy existe un gusto por exponerse a lo más bajo y vil, a lo monstruoso y a lo aberrante, por asomarse a contemplar lo infrahumano y por rozarse con ello como si tuviera prestigio o gracia y mayor trascendencia que los cien mil conflictos que nos asedian sin caer en eso. …

La “casa Marías”, pienso, debía ser un lugar bien complejo. Leí al padre, Julián Marías, hace muchos años, cuando estaba en el colegio. El profesor de filosofía, un aspirante a jesuíta que lograba comunicar el asombro, el abismo y la admiración de las preguntas más primordiales a nosotros quinceañeros, nos ponía de vez en cuando a leer trozos de ese otro Marías. Casi, casi, creo que puedo oír ecos de conversaciones de Javier Marías con su padre filósofo en estos trozos.

Julián y Javier Marías

Hoy en día parte de mi trabajo, parte de mis inquietudes, son conversaciones con mi padre – iniciadas en tiempos inmemoriales para mí, contrastadas, abandonadas por décadas, miradas con la arrogancia adolescente en algunos momentos, y recientemente redescubiertas de maneras novedosas y sorprendentes.

Los temas de la charla de Cali tendrán que ver indirecta (pero muy directa)-mente con conversaciones hijo-padre, en otros ámbitos.

Lo malo es que casi nunca se puede hablar de verdad. Lo que logra Deza-Marías en la novela lo logra después de casi acorralar a su padre con la pregunta que el padre sabe evitar, y siempre ha estado ahí.

hoy me duele España

Para mí, la suspensión de Garzón representa una venganza brutal de la derecha española – que aún no quiere encarar el horror de décadas de ese país – y una bofetada a la justicia internacional.

Esta entrada del blog de Juan Cruz en El País resume la sensación de dolor y vergüenza en España hoy:

Venganza y vergüenza

Dirán lo que quieran de la suspensión de Garzón como juez de la Audiencia Nacional, que acaba de conocerse. Pero apesta a venganza y produce vergüenza; el Consejo General del Poder Judicial, dividido ante el asunto, ha tomado la peor de las decisiones posibles, la que pone en tela de juicio la propia justicia y añade desconfianza a aquellos que creyeron que en esta instancia no iba a ponerse en evidencia la arbitrariedad. Garzón es un juez importante, que ha tenido en sus manos delitos gravísimos; ha querido investigar, según la ley de Memoria Histórica, sobre las atrocidades de la dictadura, y el diente lento de una justicia ahora bajo sospecha lo ha mordido insistentemente, hasta esta decisión vergonzosa de este mediodía. Hoy es un día extraordinariamente gris para la naturaleza de la democracia y para la vitalidad de las instituciones judiciales, que se echan encima un tremendo baldón. Un día malo.
(Juan Cruz, en El País)

reseñas de Alejandro Martín

¿Qué es el cine?

Eso. Esa nada que diferencia las dos tomas, la buena y la mala. Con las mismas actrices y el mismo movimiento de cámara. Pero una es cine y la otra no.

(Alejo Martín, en su tumblr)

Me gusta leer las reseñas que escribe Alejo. Me apasiona que se apasione tanto con ciertas películas. No importa que a mí la película no me haya gustado tanto, no importa tampoco que las reseñas no me hagan mover un ápice mi percepción (la película de Almodóvar, como todas las suyas, son buenas para pasar el rato, pero poco queda de ellas después). [Agregado después: no es completamente cierto lo anterior. Las reseñas de Alejo, como todas las buenas reseñas, mueven las certezas que uno tiene. Yo no saltaría a alabar esa película, pero veo (después de pensar un rato) cosas que no veía antes de leer la reseña.]

Sin embargo, ¡qué reseñas! De hecho, me gusta la película de Almodóvar por ser capaz de extraer esas frases en las reseñas de Alejo. Ya por eso, valen la pena.

http://www.tumblr.com/audio_file/andresvillaveces/358419633/tumblr_kwz7pjaGF71qa73qh?plead=please-dont-download-this-or-our-lawyers-wont-let-us-host-audio

La Folia is, without any doubt, the single most fashionable melody of all times (at least, in Western music). Emerging from Spain or Portugal around the end of the 16th century, La Folia captured the imagination of all sorts of composers (including Bach, Marais, Vivaldi, etc. – all the way to Vangelis more recently) for a very intense 250 years! I wonder which melody could be a (distant) second to that. Some Beatles’ song, 230 years from now?

There is even a Folia website dedicated to tracing all instances of the melody across centuries of music, with many variants, two major stages of use of the theme, and all sorts of interesting trivia around the subject. The list of composers who wrote variations on the La Folia theme is long, long, long!

Why is the melody so catchy? What accounts for the response across cultures, across eras, across musical languages? What would be the jazz equivalent (but still a long way behind) of La Folia? Is there a similar phenomenon across other musical traditions, outside the Western “cathedral”? [Of course, across popular music, one sees mini-Folia phenomena, such as Yesterday, Guantanamera, María Cristina, etc.  But all of these really seem very recent and local, by comparison.]

The fragment above is a piece of Vivaldi’s variations on La Folia, as played by Daniel Hope and the Chamber Orchestra of Europe. Enjoy.