¿Sumergirse en un mar contradictorio?

Hay una exposición muy poderosa en este momento en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia: Óscar Murillo, Condiciones aún por titular.

La llegada a la exposición es un poco desconcertante. Aparecen trozos alargados de madera vieja, con marcas de destrozo y violencia, erguidos en el parque externo al museo, en la entrada y en la plazoleta central. Vistos de lejos evocan cadalsos, guillotinas. Las trazas de posibles incendios dan una impresión de caos, destrucción, guerra, horror. Otros trozos están regados por el suelo; al mirarlos más de cerca se revelan como bancas de iglesia, con extremos tallados y con entalles que marcan los diferentes puestos de congregantes de otro momento.

Y efectivamente, un letrero explica que son restos de bancas de iglesias católicas que fueron cerradas en Holanda durante el siglo XIX como producto de algún edicto de la historia de guerras de religión de ese país, remoto en el tiempo pero con trazas que surgieron de repente en un espacio cultural de un altiplano a más de nueve mil kilómetros de distancia.

La reacción inicial es de desconcierto. ¿Por qué bancas de iglesia de Holanda aquí? ¿Por qué el catolicismo víctima de intolerancia, traído a un país donde el catolicismo ha sido cercano justamente a quienes han perpetrado otras intolerancias? Y luego, la pregunta más apremiante (al menos para mí): ¿por qué esas trazas de guerras remotas en el tiempo, de espacios lejanísimos, termina sintiéndose tan relevante para nuestro momento actual local? ¿Qué nos dicen esos palos destrozados, esos fragmentos que parecen los de un barco después de un tsunami, esos cadalsos armados en plena plaza del museo a partir de bancas de iglesia católica destrozada en Holanda hace dos siglos?

Esa es una primera pregunta: una aparente incoherencia de tiempo/lugar, que termina evocando de manera muy contundente nuestro siglo XXI colombiano: sus masacres, sus intolerancias, sus intentos fallidos, sus dolores.

Luego ve uno unas trincheras tajadas en el prado del museo. Una obra aparentemente muy sencilla, pero poderosísima tal vez justamente por su limpieza visual/conceptual. Líneas trazadas en el pasto, de un metro de hondo, mini-trincheras donde uno puede caminar y ver las «olas» de las otras trincheras, del pasto. Un micro-paisaje casi bucólico en medio del museo, pero con la contundencia de la referencia a trincheras o fosas comunes.

Y un vidrio roto/quitado. Una ventana bellísima que da a las trincheras, y que parece un guiño a la famosa ventana de Marcel Breuer en el antiguo Whitney (ahora parte del Met) en Manhattan.

Murillo quitó el vidrio de esa ventana. Puede uno atravesarla, pasar del interior de una sala al exterior de trincheras, a través de un antiguo vidrio roto.

El interior de esa sala es algo emocionante. Varios lienzos paralelos para ver de cerca, armados durante varios años de manera fragmentaria por niños en 30 países; Murillo hizo ese proyecto de pedir a esos niños que dibujaran lo que quisieran. Luego rompió y cosió esas telas y pintó encima con acrílico azul y negro su propio trazo. El resultado es una reflexión espléndida sobre lo local/global, sobre la superposición de estratos mentales, sobre lo pequeño y lo grande, sobre lo infinitesimal y su integración. Globalmente, la obra es todo un haz matemático con ocho o diez fibras que podemos ver muy de cerca si así lo queremos. Al mirar las «fibras», los lienzos, las láminas podemos ver los «grafitis» de los niños. Bandas de rock, equipos de fútbol, esbozos de dibujos, letreros en varios idiomas (de los 30 países), una textura de pared de baño [ignoro qué tantos dibujos sexualizados habrá cubierto con sus trazos Murillo], pero sobre esta los trazos gruesos y espesos del acrílico azul y negro de Murillo, dando cierta coherencia y globalidad a la obra. Luego se aleja uno y ve las fibras/los lienzos de manera amplia, e integra mentalmente el todo a partir del trazo de Murillo, que parece saltar de lienzo a lienzo.

El conjunto genera una tensión muy peculiar entre querer ir a lo micro de nuevo después de ver lo macro, querer volver a los detalles infinitesimales de los grafitis después de ver la obra grande, y luego querer volver a salirse de ese mundo intrincado y acaso asfixiante y lograr mirada global. Un vaivén que se percibe inagotable.

Un cuartico vedado por sillas acumuladas, y la luz que emana. Una mini-escultura.

Luego va uno a la sala principal del museo y se encuentra con despojos de las sillas/cadalsos, y lienzos negros gigantes. El piso del museo arrancado, el cemento crudo bajo los pies, la pintura cayéndose de los techos. Videos con voces que parecen evocar el sufrimiento de las masacres de Colombia de las últimas décadas, y un caos espacial brutal. Anda uno por un paisaje que evoca imágenes de los bombardeos rusos en Ucrania, o los bombardeos que ha fotografiado Jesús Abad Colorado en Colombia. De nuevo las bancas-cadalso, pero ya no escultóricas como en el patio externo; o por lo menos no necesariamente erguidas al aire. En el espacio interior se ven como ruinas apabulladas por masacres, destrozadas, partidas, vencidas.

Es la parte más difícil (para mí) de absorber de la exposición. Me tocó ir tres veces para empezar a aguantar estar ahí.

Entre la poética extrema de las trincheras, lo escultórico/sorprendente de los cadalsos erectos en el patio central, la maravilla del haz matemático armado por niños de 30 países y Murillo mismo, la sutileza e inteligencia de la ventana «Breuer» rota y atravesable, el guiño sonrisa de la escultura de sillas y la brutalidad y crudeza de la sala principal, esta es una exposición realmente impresionante.

Larga pausa (hasta aquí)

El porqué de una larga pausa nunca es obvio, y nunca es fácil de explicar. Pero este segundo semestre de 2018, sobre todo desde mediados de octubre, fue todo menos “normal” en la Universidad. Suspendimos clases (no exactamente por voluntad directa nuestra sino porque las dinámicas del Movimiento Estudiantil, de importancia crucial, llevaron a esa suspensión (no uniforme, no igual en todos los cursos).

Mi octubre fue muy peculiar: tres viajes a ciudades distintas de Colombia (Medellín, Bucaramanga, Popayán) a dar charlas para estudiantes. En Medellín fue sobre el rol distinto de la teoría de conjuntos y la teoría homotópica de tipos. En Bucaramanga sobre problemas para la matemática provenientes de la Química y las diferencias y analogías con problemas venidos de la Física reciente. En Popayán fue un minicurso de cuatro horas muy intensas sobre Cuatro Conexiones entre Matemática, Arte y Filosofía.

Más allá de los temas específicos, en esos viajes en octubre vi cómo sucedía en la UN-Medellín, en la UIS, en la Univ. del Cauca el Movimiento Estudiantil. Cómo se sentía de agresivo el ESMAD en Popayán comparado con lo que veía en Bogotá al mismo tiempo. Cómo la UIS se sentía un poco “tranquila”, en calma chicha, comparada con Bogotá. Cómo en Medellín les sorprendía que en Bogotá aún no hubiéramos empezado a principios de octubre.

El 10 de octubre hubo una marcha en todo el país, que registré aquí (desde mi ángulo muy restringido – el video realmente es solo el testimonio de un marchante):

 


 

Luego llegó noviembre con un giro en el Movimiento de la euforia al paro duro, a cierto enfrentamiento (leve, por fortuna) entre colegas. Fue el mes de los bloqueos y el congelamiento y las discusiones duras a muchos niveles. A nivel personal fue muy tensionante ver que la cosa se empantanaba – o que actores desconocidos se estaban tomando el otrora Movimiento.

Por otro lado una parte de mí presentía que era importante pasar lo mejor posible por esa etapa dura. Aunque compartía racionalmente los argumentos de mis colegas que querían evitar ese parto (paro – se me fue la “t” pero la dejo, pues el desliz freudiano de teclado cuadra ahí) a toda costa, algo en mí me decía también que esa etapa dura iba a ser necesaria. Seguí hablando mucho con los estudiantes de Teoría de Conjuntos (la avanzada), mucho menos con los menores. Por diez días me fui del país, al maravilloso Montseny en Cataluña y luego a París a clavarme a trabajar con Jouko y Boban sobre L^1_\kappa (después tal vez escribiré por qué).

En el Montseny celebramos los 60 años de Joan Bagaria, el conjuntista catalán repleto de energía y arrojo e ideas. Fue hermosísimo vivir por unos pocos días entre conjuntistas famosos en un hotel viejo en esas montañas – y sentir que estábamos plenamente en Cataluña y punto (no se mencionó nunca el país vecino al suroeste durante ese congreso, pero sí se enfatizó mucho el rol de Cataluña misma). Fue cuatro días de sueño, de maravilla. Hablé de lógica infinitaria, propiedades de reflexión y L^1_\kappa.

Al retorno de esos diez días que viví tan intensamente (también trabajamos en el MA Collective, que debe salir pronto) me reencontré con el Movimiento.

Con Fernando Zalamea, con María Clara, con muchos otros profesores, desde el puro inicio del Movimiento habíamos hecho clases al aire libre. En el Parque Nacional (Matemáticas, Arte, Derechos Humanos y el Problema de lo Público), en el Jardín Botánico (Dibujo de Plantas y Política – María Clara Cortés), (Árboles y Combinatoria Infinita, en el Parque de la Independencia), etc. etc.

También continuamos el Seminario de Lógica y Geometría (pese al “Paro”), con participación por videoconferencia de Scanlon (eso fue fantástico)… e incluso…

Incluso llegamos a estrenar Köy (La Aldea), la película de Tülay Dikenoğlu hecha en Sirinçe, en Turquía. El estreno fue otro evento increíble.


Pero curiosamente todo eso (y mucho más) fue muy agotador. Energéticamente es más exigente no hacer clase, posponer (pero seguir pendiente, hablar con los estudiantes) que hacer clase. El semestre terminará a mediados de marzo (!!!). Se lograron cosas importantes, afortunadamente. Pero ahora empieza el Movimiento en serio. En una materia ya casi terminamos, en otra nos falta un poco de tema. Pero sigue la tensión.


En medio de tanta cosa simple y llanamente no me quedó tiempo (ni energía) para el blog – que tanta falta me hizo.


Compilé un video con imágenes bastante personales de este año que termina el lunes. Aquí está (creo que solo es interesante verlo para aquellos que cruzaron físicamente su camino con el mío este año; de resto es simplemente una colección de impresiones personales):

 

 


Nota importante: Abdul fue compañía maravillosa durante este semestre. Helo aquí:

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ecos de una semana intensa e inusual

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Ir a marchar el martes pasado era algo casi obvio – las razones eran todas importantes y urgentes, justas y sólidas. Fue muy nutrida la marcha – y tuvo esa mezcla extraña entre la alegría contagiosa de esos jóvenes universitarios, la reivindicación de una causa que consideramos justa y la incertidumbre sobre el futuro de nuestra universidad y nuestro país en esta época. Traté de ir registrando un poco de la vitalidad de ese día, de la caminata de la Plaza Che a la Plaza de Bolívar.

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Ese mismo día tenía por la mañana temprano reunión y clase (hice una parte de la clase antes de salir a la marcha) y luego dos reuniones de trabajo con estudiantes de posgrado y clase de nuevo. Fue un día interesante, largo, con cierto grado de insolación y ligereza de clima de alta montaña, juventud y calle.


Recordé esta excelente bitácora del movimiento estudiantil de 2011 hecha por un grupo de estudiantes de María Clara. Varios de los estudiantes de un curso que dio (¡recién entrada a la UN a dar clases, casi!) eran de la MANE. No sé cómo logró MC que en vez del bobalicón bloqueo lograran convertir la experiencia de su participación en el movimiento en experiencia académica. Pero ahí está la bitácora, siete años después, repleta de fotos, documentos – armada por los estudiantes de ese curso. (Duele agregar que los míos de este semestre en ese sentido han sido mucho más apáticos.)


El jueves Nicolás Martínez presentó su tesis de pregrado en filosofía (de la cual fui director); la segunda parte de la presentación fue un conversatorio entre Fernando Zalamea, Nicolás Martínez y yo. Fue un acto un poco sorprendente (el Tercer Piso de Filosofía abarrotado, de gente de matemáticas, arte, filosofía, lingüística y no sé de dónde más). El nombre de su presentación y conversatorio fue La Imagen al Otro Lado del Espejo – y estuvo basada en la lectura que hizo Nicolás del uso de la imagen por Llull – y el cambio que éste tuvo – entre su Arte Cuaternario y su Arte Ternario.

Fue interesante principalmente por la vitalidad del intercambio de ideas entre gente de disciplinas tan distintas.

Fajardo en la UN – algo está cambiando

Hay hechos del mundo que significan tal vez más cuando se ven en contexto global, a la luz de muchos años o incluso de una época entera, que por los detalles mismos. Que de alguna manera parecen desafiar de manera sencilla y desparpajada la tozuda realidad, y que hacen que la terquedad de años, siglos de escuchar que no se puede tal cosa, no se hace así, no se dice asá, que no se pasa por aquí, que su color de piel, su país de origen, su origen social implican que tal cosa no sucede… y un día nos despertamos y vemos que se podía, sí se podía, y no solo sí se podía sino que era completamente ridícula y absurda la anterior negación.

Hoy fue Sergio Fajardo, el candidato presidencial, a la Universidad Nacional de Colombia. El hecho mismo no tendría nada de raro si el país no fuera Colombia, si la universidad no fuera La Nacional. Visitas de candidatos a otras universidades han sucedido siempre, y sucedían en La Nacional también antes de los años 70. Pero la visita de un candidato a la presidencia de Colombia a la universidad más emblemática del país, en su campus principal, es algo que durante mucho tiempo no sucedía – o que si sucedía no sucedía como esa visita de Fajardo a la Nacional hoy.

Más allá de lo que dijeron (o cantaron – debió ser muy bonita la introducción con el bambuco Mi País cantado por una estudiante del conservatorio), más allá de las frases de Fajardo sobre su plan como presidente o del recuento de Robledo de su paso como profesor por la Nacional en Manizales o de la historia de la Alianza, más allá de todo eso, estaba el hecho simple y puro de tener ese grupo grande de estudiantes sentados en la plazoleta del C&T, colgados como racimos de las escaleras viendo al candidato, escuchando, aplaudiendo o chiflando.

[Recuerdo mucho la imposibilidad (afortunadamente no real) de eventos similares, hace tan solo quince o veinte años, durante otras campañas. Ni siquiera las campañas a la rectoría podían convocar un público como el de hoy – grupos de choque minoritarios pero muy brutales se tomaban entonces la vocería de “los estudiantes”, de toda la comunidad universitaria.]

Ese cambio en la Universidad Nacional me conmueve. Me impresiona. Me parece que refleja un cambio del país. Ojalá.

ADDENDA: Me pareció también que (¡por fin!) Sergio está encontrando su propia voz en esta campaña. Después de tantas semanas, tantos meses de verlo desubicado y sin voz propia, con respuestas truncas y demasiadas sonrisas, después de ese desespero de varios de quienes conocimos al Sergio profesor y matemático en los años 80 y 90 ante la ausencia de voz del candidato Fajardo, fue tal vez hoy, en la Universidad Nacional, que empezó a sonar su voz real. Una frase lo reveló: Sergio dijo que los estudiantes de la Nacional tienen seriedad y rigor. Y tiene razón. No podrían estar ahí si no tuvieran cierto grado de seriedad y rigor, y ciertamente no podrían mantenerse en muchos de los cursos que damos. Me parece que Sergio habló distinto ahí – con una voz que finalmente sonó. Espero no estar pensando con el deseo al creer que si finalmente Sergio logra llegar a la segunda vuelta, será en gran parte gracias a su voz recobrada en ese lugar tan emblemático.

ADDENDA 2: Su argumento final, sobre Pisa, Matemática y Educación Superior, es retóricamente muy bueno, en la Universidad. Ante un grupo grande de estudiantes, Sergio Fajardo se está comprometiendo a aumentar, priorizar los recursos para la educación superior pública en Colombia. Eso es nuevo.

“Nuestro gran reto es el fortalecimiento de la educación superior pública en Colombia.” Sergio Fajardo. También: “El programa Ser Pilo Paga no va a continuar.” Sergio Fajardo, en la Universidad Nacional.

¡Aplauso muy fuerte de los estudiantes (y mío)!

ADDENDA 3: estaba perdiendo impulso al hablar de corrupción (sí, estamos de acuerdo, pero ¿por qué suena tan “otra voz”, por qué pierde impulso Sergio al hablar de ese tema?) – sin embargo, retoma con el tema de la Reserva Thomas van der Hammen – y de nuevo suena su voz. Qué difícil.

 

 

 

hablar con los estudiantes

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Auditorio León de Greiff, 6 pm. Foto: Andrés Villaveces

Alejandro Martín una vez nos dio una lección de entereza y seriedad académica a un grupo de profesores del Departamento de Matemáticas. El contexto era el siguiente: una Cátedra Mutis (esos eventos académicos espléndidos que ocurren en el León de Greiff, en este caso la Cátedra fue organizada por el Departamento de Matemáticas y varios profesores nos turnamos para hablar ante el León de Greiff en pleno (unos mil o mil quinientos estudiantes) en sesiones de tres horas a la semana, sobre temas diversos de “Matemática y el resto de cosas”). Hubo algunas charlas sumamente interesantes, donde se explicaba a estudiantes de todo el campus, muchos de ellos primíparos, qué matemática puede haber en movilidad, en salud, en muchos otros temas – con invitados de Transmilenio, de institutos de salud, etc. que desarrollan proyectos con profesores del departamento. Yo hablé sobre Música y Matemática (explicando, ayudado por gente del Conservatorio en un piano de cola y un piano electrónico, usando el software de Dmitri Tymoczko, y algo de teoría de grupos básica y nociones super-elementales de homotopía, cómo ahora se puede usar una rama de la matemática [Topología Algebraica] para entender conexidades, caminos y clasificar armónicamente muchas obras de muchos períodos musicales – como ciertos caminos ocurren en Chopin y en Hendrix pero no en Brahms…).

Alejandro debía dar la charla suya un par de semanas después. Había mucha tensión esa tarde: la MANE decidió ocupar el León de Greiff justo a la hora de la charla de Alejandro. El departamento en pleno estaba ahí, con miedo. Empezamos – hice la presentación. Movimiento de estudiantes – surgió alguien gritando cosas – muchos otros le chiflaban y le decían “déjenos empezar la clase”. Alejandro empezó. En ese mismo instante entró el grupo que más vocalmente quería cerrar el auditorio, tomárselo para exponer ellos sus propias ideas. La entonces directora del departamento de matemáticas nos llamó a Alejandro y a mí – nos dijo “caminen, vámonos, esto está feo”. Otros profesores que estaban ahí la secundaban – con buenas intenciones (seguridad) querían cerrar la sesión. Yo dudé – le pregunté a Alejandro qué hacíamos.

Alejandro no soltó el micrófono. Le gritaron algunos “somos mayoría”. Alejandro les dijo “sí, es verdad, pero este país escogió a un presidente que no queremos (era 2009) muchos de nosotros, por mayoría – hay que tener cuidado con ese argumento”. No sé bien cómo ni a qué horas, Alejandro logró convencer a los estudiantes que querían el micrófono para ellos que lo turnaríamos. Dos minutos “nosotros” (o sea, él y yo, puesto que los demás profesores desafortunadamente desaparecieron) y dos minutos “ellos”. El “ellos” obviamente era muy indefinido, puesto que la mayoría eran realmente estudiantes que querían escuchar la clase – la verdadera mayoría silenciosa. La “mayoría autoproclamada” muy vocal aceptó turnar el micrófono. Duramos unos 30 o 40 minutos hablando turnando micrófono Alejandro-estudiante-yo-estudiante-Alejandro-estudiante… cuando en un momento dado el estudiante se pasó de dos minutos le dijimos y muchos apoyaron – también a mí me reclamaron que no me pasara de mis dos minutos.

En realidad no recuerdo los detalles de lo dicho (algo les dije sobre la importancia de no privatizar un espacio público – no hacerlo rehén de intereses de un grupo específico). Y no creo que sean lo más importante. Lo que sí recuerdo son pocas cosas, pero que me quedaron muy grabadas:

  • Uno no sale corriendo, así haya mayoría en contra. Si uno es profesor debe mantener cierta entereza, aún si algunos le avisan que “es peligroso”. Puede que a veces lo sea, pero la inmensa mayoría de las veces no lo es. Si son estudiantes, no es “peligroso” – si son infiltrados claro que sí lo es. Agradezco infinitamente a Alejandro el haberse quedado ahí – yo habría salido (ahora tal vez no – me impresionó lo que puede hacer cierta calma y entereza).
  • Muchos estudiantes parecían de hecho muy contentos con que nos hubiéramos quedado ahí. Otros eran más crudos, más “groseros” – pero en realidad no mucho, nada que uno no haya oído en otros lados. De hecho, ellos ejercieron mucho auto-control también.
  • El ejercicio tiene su tiempo. No es salir corriendo pero tampoco es eternizarse ahí. A nivel simbólico es fuerte quedarse pero la fuerza del acto se diluye si uno se queda mucho tiempo.

Después de ese día, otros estudiantes escribieron, que querían en todo caso escuchar la clase de Alejandro, que cuándo la reprogramaban – el departamento dijo que sentían pena con él por no haber podido dar su clase, pero que él no tenía ninguna obligación de volverla a dar. Sin embargo, Alejandro sí quería dar su clase otro día. Pero finalmente organizaron la clase unas semanas después, con asistencia reducida – yo estaba fuera del país ese día y por lo tanto me la perdí.

Recordaba eso hoy por la visita de Santos ayer a la Universidad, al mismo recinto. Una estudiante, Sara Abril, le contestó duro. En los foros hay mucha gente muy indignada -que qué pena haber “faltado el respeto” al presidente, que cómo habla de mal Sara Abril, etc.

Mi posición al respecto:

  • Primero que todo, celebro que el presidente haya estado en el Aula Máxima de la Universidad Nacional. Es el recinto académico por excelencia de este país – ningún lugar como el León de Greiff simboliza para Colombia el pensamiento académico del país. Habrá muchos recintos con charlas, disquisiciones mucho más sofisticadas pero el León de Greiff es un topos máximo, un lugar de importancia crucial para el país – así muchas veces lo olvidemos. El presidente parece tener muy claro eso. Hace mucho tiempo no se daba esa presencia presidencial.
  • El diálogo entre el país y su universidad es crucial, y se da de mil maneras distintas, a través de representantes, de proyectos, de veinte mil cosas. Pero hay una expresión inglesa que cabe bien aquí: press the flesh. Apretar la carne. Saludar a alguien mirando a los ojos y dando la mano siempre es distinto de hacer un clic en una máquina. La presencia presidencial (y no de delegados o máquinas que igual siempre llegan) en el recinto hace que arranque un ejercicio difícil para los estudiantes y para el gobierno: hablar mirando a la cara.
  • Sara Abril habla duro. Para mí tanto ella como el gobierno están buscando un lenguaje, buscando una manera de hablar después de décadas de no hacerlo. Sí, suena destemplado todo. Lo grave sería que sonara todo igual de destemplado en el siguiente encuentro. Lo grave sería que no hubiera siguiente encuentro.
  • Si el presidente Santos es avieso, logrará ver que logró cosas inmensas ayer, con su presencia, con su retórica (mala pero al menos directa). Y que para el país es bueno (es vital) que esté mejor la Universidad suya, la de Colombia. En este momento confío en el presidente en ese sentido (puedo estar equivocado, como con cualquier político).
  • Si los estudiantes (¿Sara Abril?) son aviesos y despiertos, se darán cuenta de la oportunidad inmensa que se abrió ayer. Fácil no será que continúe el diálogo, pero cuando se abre es un crimen dejarlo ir. Yo confío en los estudiantes en este momento. Aquí sí no creo equivocarme: la Nacional tiene entre sus estudiantes lo mejor que da este país. De ahí saldrá algo, ojalá muy bueno.
  • Los profesores podemos ponernos bravos, indignarnos, recriminar a Sara Abril o a otros estudiantes. Seguro está bien que algunos lo hagan – como mi colega Fabián Sanabria, que en su tuiter denuncia el bajo nivel del léxico de Sara Abril. Pero lo que no podemos hacer – como nos mostró ese día en el mismo recinto Alejandro Martín – es salir corriendo. Hay que estar ahí en este momento.

del día a día – México – curadurías – vibraciones – sonoridad

El Zócalo, 20.11.2014. Imagen de twitter.
El Zócalo, 20.11.2014. Imagen de twitter.

  • La protesta en México por los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa continúa. Hoy 20 de noviembre en el Zócalo hay miles de personas en manifestación pacífica – probablemente mezclados con alborotadores de la policía o de grupos de esos que (como en Colombia, como en nuestra Universidad) logran arruinar la genuina y legítima protesta. A esta hora parece que los manifestantes fueron sacados por los “granaderos” (el ESMAD de allá), y que lograron transformar una protesta pacífica de una tarde entera en unos incidentes terribles. Dice una tuitera desde allá (la periodista V. Calderón) que “la salida fue muy abrupta, pero (dentro d lo q cabe) tranquila. Una tristeza para una tarde q había transcurrido en paz “. Desde Bogotá seguimos muchos pendientes de todos esos eventos. Mucha gente se pregunta qué pasará si cae Peña Nieto. Yo mismo obviamente no sé, pero percibo que a estas alturas la gente sabe que el problema va mucho más allá de la permanencia o no de Peña Nieto en la presidencia de México.
  • Hoy fue uno de esos días espléndidos de muchas exposiciones (algunas excelentes, todas tuvieron algo interesante) de Discretas 2 y de Tópicos Avanzados de Lógica. En Discretas 2 hicieron análisis con aprendizaje de máquinas del juego del go (entrenaron un sistema basándose en bases de datos de maestros del go, y lograron llegar a varias limitantes del proceso); otro grupo presentó un análisis de sudoku en términos de geometrías finitas (afines y proyectivas) y otro grupo habló de evolución de poblaciones de virus. En Tópicos Avanzados de Lógica un estudiante presentó brevemente la prueba de indefinibilidad del buen orden en L_{\infty,\omega} (en realidad hizo el caso L_{\omega_1,\omega} pero indicó correctamente la idea para el caso más general), un teorema de Morley y López-Escobar que no solo es muy bonito (probado con propiedades de consistencia, o sea forcing modelo-teórico) sino tiene consecuencias profundas en el desarrollo de clases elementales abstractas. Otro estudiante en la segunda hora presentó la dicotomía (MA o diamante débil) para la categoricidad en clases elementales abstractas. Llegó a un punto interesante en ese tema que rápidamente se puede volver muy difícil y serio. Además hablamos con Alex Cruz de invariantes j y del Alterstraum de Manin (y el Jugendstraum, y Kronecker, y Klein). Finalmente fui al inicio de un homenaje a Grothendieck que hicieron tres estudiantes de maestría. Uno de ellos presentó una charla en la que enlazó varios trabajos de Riemann con la “prehistoria” de los haces, esos objetos que me son tan cercanos por la lógica, y que nacieron en la mente de Leray cuando estaba preso en un campo de concentración en Austria. Un francés puesto preso por los alemanes en 1942 fue el inventor de uno de los objetos más importantes de toda la matemática del último siglo (las gavillas – los haces topológicos). Solo puedo sentir inmensa y absoluta admiración por Leray. La charla del estudiante fue muy interesante. Buen día en la Universidad hoy (mientras en la 26 había un dril soso y aburrido de un par de grupos militares, adentro de la universidad había un festín intelectual, como debe ser).
  • Alejandro Martín me puso a pensar qué quiere decir hacer una curaduría. Un poco a pesar de él: mi primera reacción ante la exposición El diablo nos guía que está en una galería del centro de Bogotá es de rechazo a tanta curaduría. Cortinas rojas, biombos, tapetes con líneas  – todo eso aparece inmediatamente al subir a ver la exposición, y mi primera pregunta es: “¿y las obras qué? ¿y los artistas qué?”. Supongo que Alejo me diría “¡es que a veces el curador es el artista principal de una exposición!”. Y yo diría (en ese diálogo imaginario que mantengo con él, como con muchos otros, permanentemente): “¿y por qué?”. Le diría “¿no es el curador más bien como una partera, que debe ayudar a llegar al mundo a los artistas, pero debe retirarse, hacerse a un lado, una vez el bebé – la obra del artista – recién nacido está sano y salvo, y su madre – el artista, la galería tal vez – también sobrevive? ¿Quién quiere seguir con la partera ahí en el cuarto una vez ha nacido la niña o el niño?”. Pero Alejo me diría de alguna manera que soy un anticuado, que ese ideal de curaduría mío es ochentero o setentero o del siglo antepasado, y que ahora el rol de un curador es otro – como el de un super-dj que empieza a ser más importante aún que los músicos que grabaron los discos. Y yo, que sigo sin entender de verdad qué diablos es un dj, fuera de una persona que pone discos y medio sabe escogerlos según la temperatura anímica de la fiesta, le diría “ok, pero en ese caso, ¿no sería bueno hacer distinciones? ¿llamar las nuevas curadurías con otro nombre? ¿performance-curatorial? ¿de pronto ya existe el nombre en alguna parte y yo no me he enterado?”. Al fin empiezo a entender que con semejante despliegue de medios materiales y de recreación de ambientes el curador nos está creando una atmósfera y un punto de reflexión desde lo extremo. En lugar de plantearlo desde un ensayo, lo plantea desde la obra curatorial misma. … Yo confieso aquí que aún quedo muy confundido, y pude ver solo tal vez la mitad de las obras (la película del director de La tierra en la lengua, los dibujos giratorios espléndidos de María Isabel Rueda, la escultura en el cuarto final). El cuarto inicial, con muchas fotos y muñecos alusivos a la guerra. … La curadoría también me trajo a la mente la película de Greenaway The Cook, The Thief, His Wife and Her Lover por la estética roja y los vericuetos. Y obviamente me trajo a la mente la obra de teatro / curaduría en el Hotel McKittrick de Nueva York – la obra Macbeth interpretada en ese lugar gigante repleto de recovecos. … Intentaré ir mañana que todavía está la exposición para verla de nuevo. Pensé en la oferta de Alejo de usar las mesas para alguna charla, pero entre Mapping Traces y el final de mis cursos, con esas exposiciones ya listas, no queda mucho tiempo y ya casi se acaba.
  • Tal vez últimamente me siento más cómodo con estéticas minimalistas. (Pero reconozco el valor del “ensayo curatorial” al ponerme a pensar en esto que estoy tratando de articular por escrito.) En todo caso, todo esto ha sido una buena invitación a repensar en temas curatoriales. Estoy feliz con la curaduría de Mapping Traces que hizo María Clara (me parece interesante que parta de un problema matemático y filosófico, me encanta el minimalismo en esa sala, me parece que las obras vibran mutuamente ahí y dialogan todas entre sí)… pero soy demasiado cercano para juzgar éso. Y estoy incómodo e inquieto (tal vez la mejor postura intelectual para pensar nuevas cosas) con la curaduría de Alejo, pero incómodo por razones (como siempre) interesantes.
  • Sigo inmerso, lenta pero inexorablemente, en la lectura de Schopenhauer. De lejos lo más lúcido que he leído en mucho tiempo. Obviamente, la teoría de la representación en su estado prístino inicial. Pero el contraste con el rol de la voluntad. El ojo.
  • Retomé el piano hace como un mes y medio, con el piano francés Furstein que era de Jaime Cortés y luego de Álvaro Cortés. Ahora está aquí. Vendí el piano eléctrico y está solo éste. Me encanta el sonido (pese a que hay que afinarlo ya pronto). Me encanta por lo orgánico, lo madérico, lo no-electrónico – ando feliz reduciendo el exceso de tecnología en mi vida cotidiana: discos de vinilo cuando se pueden oir bien, piano de cuerdas y madera que suena mil veces mejor (más complejo) que el mundo electrónico. La pura sonoridad me llevó a retomar lo que sabía tocar (no mucho, pero ahí está) y a estudiar nuevas cosas. La pura sonoridad. (Ahora necesito volver a tomar clases.)
  • Yuxtaposición. Poner las cosas juntas y dejarlas hablar a veces vale la pena. Mapping Traces fue un ejercicio un poco extremo de eso. Pero ahora mismo con Álex Cruz estamos tratando de poner junto a Manin con Zilber, a j con {\mathbb F}_1, a los haces de Zilber (álgebras de Weyl) con haces modulares. No es claro qué puede surgir de ésto. Por lo pronto quiero entrar a re-estudiar el cálculo (de Dirac) hecho por Åsa y Tapani, pues creo que ahí está la clave de algunas de esas yuxtaposiciones.
  • Transposición. Mejor aún que yuxtaposición. Inicio de…

espacio – aire – curvas

El espacio del Museo de Arquitectura Leopoldo Rother en la Universidad Nacional siempre me ha gustado. Fue la imprenta de la Universidad durante un par de décadas iniciales (de 1945 a …). Luego aparentemente estaba semi-abandonado pero mantenía un aura especial – de edificio viejo de la Universidad Nacional más pequeño que los enormes Ingeniería, Derecho, Arte, un poco más juguetón, más lleno de elegantes curvas y vistas sorprendentes. Es una pequeña joya, relativamente desconocida, del campus.

El evento Mapping Traces / Rastrear Indicios que estamos coorganizando entre Matemáticas, Arte y Filosofía en noviembre próximo tendrá lugar en el Leopoldo Rother. Es realmente un lugar inspirador para el tipo de conexiones, contaminaciones, inspiraciones que queremos que haya en el evento.

Ayer, en pleno día lluvioso bogotano, pasé un instante hacia la 1 de la tarde a mirar el espacio y tomar fotos. Va algo de lo que vi.

Parece que por fin…

Screenshot from 2014-05-30 00:21:53Ahora sí, con dos meses de retraso, anunciaron el inicio (este sábado 31 de mayo) de la ruta M86-K86, del Aeropuerto Eldorado a la Séptima con 116 vía el Museo Nacional, en buses híbridos eléctricos-diesel. Esos buses empezaron a rodar hace ya un mes largo (en la ruta M80), y de verdad son otra cosa:

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He usado bastante el M80 para moverme entre la zona del Museo Nacional (la entrada al centro – a veces si voy hacia Las Aguas prefiero llegar a Museo Nacional y caminar) y Chapinero. También para ir al Surtifruver de la 76 con 11 o a Arigato desde Chapinero, o para ir de noche hacia la zona del Centro Andino. Casi siempre es buena experiencia. Parece casi increíble que algo así no existiera antes.

Este nuevo pasa por la Universidad Nacional (se saltan la estación Ciudad Universitaria en la 26, no sé bien por qué, pero para en la estación Corferias, que es muy cercana) y muy cerca de aquí, en la Calle 61 o la 67 con Séptima. El recorrido para poco: una sola vez entre la Universidad y el Museo Nacional, y luego tres paradas más hasta Chapinero.

Aquí hay muchos más detalles de la ruta M86-K86 (paradas, horarios). Se supone que al principio pasará con frecuencia de seis minutos.

Para vuelos cortos, cuando uno no lleva maleta grande, este sistema parece ya mil veces mejor que el taxi como manera de ir al aeropuerto. Este sábado arrancará – espero realmente usarlo (cuando no lleve bicicleta) para ir a la Universidad.

De noche, a bordo de un M80 por la Séptima (la foto la tomé un poco rápido, y con el bus en movimiento).
Viernes, 7 de la noche, a bordo de un M80 por la Séptima (la foto la tomé un poco rápido, y con el bus en movimiento).

ojalá…

1402-buseshibridosPara mí esta ruta sería fantástica. Se supone que la inaugurarán a finales de marzo. Si puedo coger ese bus en la Séptima con 61, y con solo dos paradas intermedias (Bosque Calderón y Museo Nacional) estar en la estación Corferias, creo que puede ser un viaje muy razonable hasta la Universidad. De la estación Corferias uno puede entrar al campus por el ICTA – es la misma distancia a Matemáticas que si entra uno por la Calle 26.

Además esos buses híbridos, con puerta a la izquierda para los pedazos de estaciones de Transmilenio y puertas a la derecha para la Carrera Séptima son realmente simpáticos.hibrido

Hasta ahora los he usado entre Calle 76 y San Diego – sobre todo entre Calle 61 y Museo Nacional. El recorrido toma entre 10 y 15 minutos – toca ir por el tráfico de la Séptima. Pero el hecho de tener los paraderos fijos hace una diferencia increíble.

Hasta ahora la ruta más similar a esta es la B23-J23. La he cogido solo una vez, yendo de la Universidad hacia Chapinero. Estaba en el après-séminaire en el café simpático de la lateral de la 26 con Zaniar, Alex, Joon y Pedro – tomando cervezas para procesar los resultados de Lascar, Tent y Ziegler – y tenía que ir hacia donde mi hermana, pocas cuadras al norte de aquí, en Chapinero Alto. Cogí el B23 en la estación de la Universidad sobre la 26 – paró solamente en Centro Memoria, en la 45 y en la 57 con Caracas. Allá me bajé, después de meros 12 minutos de recorrido, y cogí un taxi hasta donde mi hermana. Si hubiera cogido el taxi desde la Universidad me habría demorado, a las 7 de la noche, mucho más.

Pero esta ruta Calle 26 y Carrera 7 promete. Ahora solo falta que los buses sean híbridos (eléctricos/combustible), como prometen. Ojalá.

La difícil relación del bogotano con lo público

Facultad de Derecho – Universidad Nacional – Bogotá – 2012 (foto: Andrés Felipe Suárez)

Por razones que caen fuera de mi campo de acción y de estudio, pero que seguramente incluyen historias largas de marginalidad e intentos de pertenencia y ascenso social de mucha gente, los bogotanos de 2012 tenemos una relación sumamente complicada y conflictiva con “lo público”. Esta relación complicada y conflictiva con temas como espacio público, educación publica, expresión pública de ideas, salud pública, se da prácticamente en todos los niveles de la sociedad, y sale a la luz de mil maneras – desde palabras presidenciales hasta grafitis en el campus, pasando por actitudes problemáticas con los colegios públicos y privados, la dificultad absurda de articular bien sistemas de transporte público, la huida en masa de los lugares públicos de salud.

Asistimos en estos días a un evento singular, de toma de conciencia de un grupo de estudiantes (inicialmente algunos del postgrado de matemáticas, pero ahora muchos otros) de la Universidad Nacional de Colombia – toma de conciencia de la importancia y la urgencia de retomar un espacio público que demasiadas veces ha sido víctima de actitudes egoístas y estrechas: el campus de la Universidad Nacional.

El mensaje de desprecio hacia lo público viene de muchas fuentes. Viene de los padres de familia que muchas veces hacen hasta lo imposible por endeudarse con tal de que sus hijos puedan ir a universidades privadas de mayor prestigio en ciertos círculos (de todos los estratos). Viene de la cuasi-no existencia de hospitales públicos de alto prestigio (cosa impensable en otras latitudes). Viene de la inexistencia de universidades públicasde élite intelectualen Colombia (y la consiguiente inexistencia de universidades realmente excelsas en este país).

En muchos otros países del mundo la mejor universidad, el mejor hospital para curar al presidente de una enfermedad grave, el mejor instituto de investigación, los mejores colegios (en Europa y Japón e incluso en algunos estados de Estados Unidos), son públicos de alguna manera, o coexisten en algunos casos de maneras más sanas con muy buenas instituciones privadas. Incluso en nuestra frágil y débil América Latina, la situación es menos terrible que en Colombia en casi todos los países de referencia. La UNAM, la UBA, la USP, la UCV son las universidades de referencia en sus países respectivos. Lo mismo sucede con los Institutos de Investigación de la UNAM, el IVIC en sus mejores tiempos, el IMPA.

Colombia es una anomalía en la cual el desprecio de casi todos hacia lo público se nos está convirtiendo en algo muy problemático y muy caro.

Nunca he visto los extremos de destrucción al espacio público que hay en el campus de la Universidad Nacional en ninguno de los sitios siguientes: la UNAM o la UAM en México, la UCV en Caracas, la Universidad Nacional en Costa Rica – mucho menos en las universidades públicas de Europa – sin hablar de Japón donde lo público siempre es lo más cuidado, lo más respetado, lo más querido. Los extremos de agresividad con el espacio público de la Nacional de Bogotá no tienen parangón. ¿Por qué tienen que ser las cosas así? ¿Tienen que ser así?

Existe una línea defendida por algunos, según la cual la verdadera universidad pública de Colombia es la Universidad de los Andes. El verdadero hospital universitario público es la Fundación Santa Fe. Los argumentos (que en algunos casos han sido retóricos, para incitar a la reflexión) de pensadores (ambos ex-profesores de la Universidad Nacional, y ambos muy preocupados por el tema de lo público) como Mockus (“la verdadera universidad estatal es los Andes”) o J. L. Villaveces (“la Universidad Nacional es estatal pero no es pública”) pueden ser sofisticados y no quiero entrar aquí en discusión de detalle al respecto. Solo quiero señalar que un país donde algunos pensadores preocupados por el tema y claramente alineados con lo público se permiten decir semejantes frases es un país donde lo público está en serios problemas.

Pero más allá de lo que digan unos u otros me quiero referir aquí a otra forma de desprecio de lo público, que creo que podríamos llamar “privatización interiorizada”. Para mí en este momento el problema más grave. Más allá de la toma de decisión difícil para un padre de familia sobre el colegio al que enviará a sus hijos o el hospital en el que acudirá cuando sea necesario, existe una forma de desprecio de lo público que es muy fuerte en Colombia y aún más brutal en Bogotá: el odio a lo público por parte de quienes más lo viven, la privatización interiorizada.

Ir a un pueblo colombiano de tierra caliente puede ser una experiencia de privatización de espacio terrible, cuando las tiendas compiten por ser la que pone la música más duro con equipos de sonido enormes. Espacio público absolutamente negado, el pequeño yo personal ensalzado a su máxima expresión. ¿Dónde quedan los músicos ahí? ¿Y nuestros oídos? ¿Alguien ha estudiado la correlación entre decibeles y violencia en Colombia?

¿Qué historia de odios/desafectos/resentimientos/marginalidades llevan a un joven a destruir su propio campus como lo vemos en la Universidad Nacional hoy en día? Grafitis sin imaginación, que probablemente le permiten desfogar algún problema personal a quien los hace pero cae en lo mismo que hacen los dueños de tiendas que ponen equipos a todo volumen en pueblos generando una cacofonía extrema? ¿Cómo podemos corregir eso, qué podemos hacer quienes estamos en esta jugada, para al menos disminuir ese coctel terrible de odio, resentimiento, libertad de expresión entendida como “puedo joder al otro con mi grafiti como se me dé la gana y si me dice que no lo haga es porque es un fascista”? ¿Cómo podemos volver a escuchar músicos de verdad en los pueblos, que canten tranquilos con una guitarra – cosa absolutamente imposible hoy – y ver en la universidad murales escritos por estudiantes y no eslógans de odio?

El movimiento que se inició entre ayer y hoy en facebook (hasta ahora solo en facebook – ojalá pronto rebase esas fronteras y toque positivamente a mucha más gente) es un movimiento fuerte en pro de lo público – algo muy difícil y valiente en este país con su historia de irrespeto brutal. Los apoyo completamente y me honra ser parte (pequeña) de ese movimiento. Más allá de la pintada de las paredes de la Universidad (para poder ver los murales, para poder pensar de verdad, para dejar la cacofonía de las paredes análoga a la competencia tristísima de los bafles gigantes, para desprivatizar nuestros muros) creo que las frases de Campo Elías son las que mejor resumen lo que se está buscando:

“En este evento queremos fortalecer la pertenencia universitaria. Mas allá de los graffitis, queremos decirles a todas las personas que han agredido a la universidad (destruyendo su patrimonio, sus instalaciones, sus pupitres, sus andenes, sus tableros, sus paredes, y hasta incluso quemando automóviles de propiedad privada) que ya no vamos a permitir mas este tipo de actos. Somos una comunidad de decenas de miles que vamos a desenredar este Jaque en el que nos tiene un pequeño grupo de personas que no nos representa. Este Domingo vamos a dejar este precedente, vamos a construir una universidad mas diversa, mas justa, mas libre, una universidad donde se pueda respirar aire puro e ideas innovadoras. Como lo dije anteriormente vamos a hacernos parte de la universidad por que cada uno de nosotros PERTENECEMOS a esta comunidad. No vamos permitir mas atropellos. Este Domingo con las brochas en mano dejaremos claro que no admitimos mas vandalismo en la universidad.”

Map for Ryoji Ikeda’s Datamatics exhibition –  Alejandro Martín, Andrés Villaveces

Last Tuesday, Alejandro Martín and I gave a “commented visit” to Ryoji Ikeda’s Datamatics exhibition at the Art Museum of Universidad Nacional in Bogotá.

The challenge was interesting, and manifold: because of the strong sound pervading the exhibition, we could not really speak while watching it, we could not speak in front of the projections, we could only speak outside the main room, for a crowd gathered under scorching sun.

The conditions created a bizarre layer of abstraction in our lecture: we had to speak about what was inside the main room, while being outside of it. Of course, at some point we went into the main room and watched the full cycle of videos for about 15 minutes, midway into our lecture, and then went back outside to continue our conversation.

I believe the set-up added to our lecture – while originally I thought it would be very strange to speak about Datamatics while not watching it, there was some beautiful “black-box effect”, some kind of “entering a cube, living the experience and then going back outside to ponder it”.

We had no precise script (except for Alejandro starting the duo show by asking me how Model Theory allows me to see Datamatics, what is Model Theory, really – and then, after my reply, I would ask Alejandro what does he think “representing infinity” may (or may not) mean in Art). From there, we were to follow the map (drawn above) in a random way, stressing some of the main points.

My final invitation was for the audience to destroy the map (they were given photocopies of these arrows), to construct their own map, to add or remove words.

I really liked Alejandro’s (impromptu?) comparison between Van Gogh’s brushwork and Ikeda’s pixelwork – one among many things that were said that somehow stuck to my mind.

Paola Vargas commented that her watching the exhibition, and our words, made her think of Carnap. I wonder about that connection!

I was also intrigued by questions about “scores” (I spoke about capillarity and scores with infinitely many lines, densely packed) that an artist asked – she was clearly intrigued by a kind of self-referential work in the scores that occasionally appear. Finally, a very young (freshman) student of Architecture came to speak to me, and told me how he started seeing spatial-ness in a completely different way after watching the exhibition and hearing Alejandro and me comment on it. He was clearly shocked that “space” could be torn, disarrayed, discombobulated, sheared, reassembled, iterated, that way… That single conversation with the freshman student at the end, to me, paid the effort of thinking about Ikeda with Alejandro.

Ecos del Gran Pum

Mejor no lo podía haber puesto Jaime Forero: “es bueno recordar que aún con la limitaciones de un país como Colombia (o precisamente a causa de ellas) sigue siendo necesario tener sueños que no estén en la mente de ninguno de los grandes reformadores de Europa, ni del mundo post-industrial” (en su entrada en El Gran Pum sobre los 75 años que cumplirá la Ciudad Universitaria en 2011). Jaime contrasta el rol actual de la Universidad Nacional – y el rol que dentro de esta cumple la Ciudad Universitaria – con las críticas de hace 75 años, cuando algunos decían cosas como “es inverosímil que un país como el nuestro, pobre, atrasado, con una cultura que no alcanza mayores proporciones, trate de construir una Ciudad Universitaria que no ha estado en la mente de ninguno de los grandes reformadores de Europa”.

Es, como dice Jaime, precisamente a causa de las limitaciones de un país como Colombia que sigue siendo necesario tener sueños que no estén en la mente de ninguno de los grandes reformadores de Europa. Para mí, la apuesta única posible es esa.

A mí me impresiona la energía que puede tener ese campus de casi 75 años, en sus buenos días. Claro, está descascarado, tiene muchas zonas impresentables, es despreciado y violado vilmente por los encapuchados, por los burócratas rampantes y ramplones, por la presencia de cierta gente que en 2010 parece mucho más anciana, mucho menos lúcida que quienes en 1936 tuvieron la audacia, la generosidad, el compromiso con el futuro, la capacidad de apuesta riesgosa, el buen gusto arquitectónico, la mirada transversal expresada en ese plano bellísimo con forma de búho, el atrevimiento de ser, sí, tal vez con mejores mentes que los “grandes reformadores de Europa”.

Pero es tal la fuerza de esa visión inicial, y la de quienes han sido capaces de sostenerla y hacerla crecer durante todo ese tiempo (contra viento y marea / contra cierres y mezquindades, contra ataques del mundo político en todas sus expresiones, contra la estupidez y miopía de tantos funcionarios) que esa energía ciertamente está ahí.

Para mí El Gran Pum es otra expresión de esa energía que dio lugar al campus de 1936, pero en versión de hoy: postdocs, giras académicas, artículos, intento de construir con lucidez. Me declaro seguidor ávido de ese blog.