Ecuador resultó siendo un país repleto de misterios para mí, para nosotros, en este viaje de caminatas a volcanes y visitas a dos ciudades (Quito y Cuenca) y varios pueblos. El misterio está en la mezcla entre familiaridad dada por tanta historia compartida: misma bandera, misma cordillera, misma base culinaria, etc. – y a la vez tantas diferencias inmensas:
- Las ciudades ecuatorianas que vimos se sienten tranquilísimas, no solo (obviamente) comparadas con Bogotá, sino comparadas con ciudades colombianas de su mismo tamaño. Quito, por ejemplo, es más o menos del tamaño de Medellín, pero Medellín se siente desordenada urbanísticamente, con un centro vuelto nada y paupérrimo – Quito sorprende por su limpieza y organización y calma. Al principio me sentía más en Finlandia que en América Latina. Cuenca también está muy bien cuidada, con su borde del río completamente limpio y con familias haciendo picnic el 1 de enero, sin ruido. No sé cómo será Guayaquil – la imagino como una Barranquilla de nuevo más ordenada y tranquila.
- Siguiendo con lados “positivos”, la infraestructura vial, que hace palidecer a la nuestra. Pero eso es muy conocido y no era una novedad para nosotros.
- Un lado negativo: muchos menos ciclistas que en Colombia, tanto en carreteras como en la ciudad. Extraño que un país tan “organizado”, tan limpio, tan pulcro, no tenga más ciclorrutas, más programas de impulso a la cicla. Uno podría pensar que la topografía de Quito no es muy amigable a la bicicleta (comparando con Bogotá) pero aún así…
- Otro lado negativo: el “Transmilenio” quiteño (en realidad tres sistemas: ecobus, trolebus y metrobus, según la avenida) parece mucho más destartalado, mucho más vuelto nada que el bogotano. Superficialmente, parece que la división de clases de Quito se refleja ahí: el TM bogotano parece tener mucha más mezcla de gente que lo usa. En Quito esa infraestructura sí parece muy descuidada (y eso que es más nuevo que TM, pero se siente como si fuera 20 o 30 años más vetusto). Ah, pero… ya empezaron a hacer el metro y será subterráneo en la zona centro. De pronto están gastando todo el dinero en ese metro que ya empezaron a cavar.
- El centro de Quito está mil veces mejor mantenido que el de Bogotá. En Colombia, la única ciudad grande fuera de Cartagena que tiene un centro histórico que debería ser super-cuidado es Bogotá (Medellín prácticamente destruyó por completo su centro histórico, y el de Cali es pequeñísimo). Aunque el centro histórico de Quito es tal vez el doble o el triple de grande que La Candelaria, no hay ninguna razón para que tengamos nuestro centro histórico como está en este momento.
- La vida cultural es difícil de juzgar en vacaciones y peor en esta época del año. Se siente que hay bastante pero aún así muchísimo menos que en Bogotá, y sobre todo mucho menos alternativa. Pero esa puede ser una impresión superficial. Sospecho que el precio a pagar por tanta tranquilidad es una vida intelectual mucho menos agitada, mucho menos intensa. Un poco como la diferencia entre Boston (Quito) y Nueva York (Bogotá) – una ciudad pequeña pero razonable, la otra grande y caótica pero más intensa e interesante.
- El urbanismo de varias zonas de Quito impresiona: avenidas muy amplias, edificios de alturas similares, parques, vistas libres – sin esa cosa abigarrada y supremamente desordenada (alturas, anchos de vías) de Bogotá. ¿De dónde les llegó? ¿Cómo iniciaron eso? O más bien… ¿cómo lograron no sucumbir al caos de las demás ciudades latinoamericanas?
- Cierto autoritarismo, de nuevo difícil de juzgar en este tipo de viaje, parece flotar en el aire. No necesariamente cosa del actual presidente (que poco es mencionado: ni para bien ni para mal – qué contraste con Colombia donde todo el tiempo opinamos en extremos) – parece más algo del aire ecuatoriano. Cierta presencia de la religión católica (“parroquias” en vez de municipios, un detalle de nombre pero que parece extenderse a muchas cosas), incluso en el presidente actual, que es muy “teología de la liberación” (ayudada por el dinero del petróleo… mientas este costaba). Me hizo falta a mí, el bogotano, más protesta visible. Ni un grafiti casi, nada. Pero la historia de las últimas décadas de Ecuador tiene momentos muy problemáticos de persecución – algo que comparte (en horror) con Colombia, Perú, etc.
- Los contrastes más extremos son obviamente con Venezuela. En un país, el líder fallecido visible por todas partes en afiches y pancartas (y ahora en las peleas de la Asamblea), en el otro, ni una sola foto. No hay afiches de Correa en Ecuador – o no hubo en estas semanas. Alguien podría decir que hay mucha menos presión sobre la gente en Ecuador, donde no se ven esas caras absurdas del anterior gobernante, cuasi-santificado, donde simplemente no se ven caras. Alguien podría contestar que el líder ecuatoriano es infinitamente más inteligente y más sagaz que el anterior líder venezolano, pues ni siquiera necesita estar apareciendo en todas partes… El hecho crudo y simple es que no se ve por ahí. Probablemente ejerce su inmenso poder de otras maneras.
- Otro contraste inmediato con Venezuela es la cantidad de productos ecuatorianos que parece haber, y la baja cantidad de productos importados. Parecen estar apuntando a la no-dependencia de las importaciones en Ecuador. Mucho menos producto importado que en Colombia, una que otra cosa importada de Colombia, y mucha producción local. El contraste con Venezuela, que logró destruir su propia producción, es abismal.
- Al estar en un país tan calmado, donde dejan tantas tiendas sin vigilancia (librerías de varios pisos donde parece atender solo una persona abajo y nadie lo persigue a uno – el simple hecho de no sentirse perseguido como en Colombia cuando uno va de compras donde los vendedores no se despegan de uno nunca) visible, le mueve a uno las referencias mucho más que ir a países ruidosos, violentos, desordenados, como Colombia o (más aún) Venezuela: al ver tantos mapas históricos donde “Quito” llegaba hasta Panamá (y cubría Popayán y Pasto, pero incluso parte de Antioquia y buena parte de la Amazonía hasta Tabatinga), al saber que durante una década fueron parte del mismo país – se pregunta uno qué los salvó de ser una provincia del sur, olvidada. Qué fuerza tuvieron para armar su propio país, tan distinto hoy.
- ¿Será que todo eso es un espejismo actual? ¿Cuál es la verdadera situación de los indígenas? – no oímos casi hablar quechua, es mucho menos presente que en lugares como Áncash – los indígenas hablan en Ecuador siempre español con uno… ¿Qué pasará ahora que el dinero del petróleo se acabe? ¿Están realmente invirtiendo en construcción de país, más allá de la economía del petróleo? (Por lo menos, y muy superficialmente, parece haber muchísima inversión en algunos rubros como vías – pero… ¿qué tal está la educación allá? ¿es Yachay algo más que un proyecto mega sobre el papel? ¿qué tanta vida tiene todo eso más allá del gobierno actual?
- (Imposible saber qué viene, qué pasará cuando se reemplace el petróleo por otra fuente de energía, qué quedará – yo simplemente reporto que viví una tranquilidad casi impensable, muy inesperada y muy relajante y satisfactoria – alguien podría alegar que Quito se siente en hora pico entre semana como un domingo por la tarde bogotano [la semana pasada ya había colegios en Ecuador – las vacaciones se acabaron el 3 de enero allá, pero aún así se sentía como un fin de semana de puente en Bogotá], y tal vez tendría razón – aún así, Ecuador fue un espejo inmaculado y maravilloso para mirarse la cara en estos días… (país de belleza increíble, sin pancartas casi en las carreteras, casi demasiado bello para nuestro siglo, casi demasiado calmado para nuestro mundo)
- Todo esto sin hablar de volcanes y caminatas y más maravillas …
(Epílogo: viajar por América del Sur es casi una peregrinación a uno mismo. Es con toda certeza una de las mejores zonas para viajar en el mundo hoy en día, por muchas razones. Y para mí, como suramericano, es una fuente inagotable de riqueza y visiones y felicidad (y cuestionamientos y lugares crudos y momentos dolorosos y recorderis de varios tipos de horror – la feísima Ambato, los durísimos alrededores de Riobamba, también hacen parte de eso. Pero por otro lado, viajar por la Cordillera de los Andes, aquí en Colombia, en Ecuador, Perú, Chile y Argentina [aún no he estado en Bolivia] es de lejos uno de mis mundos preferidos, una de mis acciones favoritas – escuchar erres arrastradas andinas, entonaciones, historias – y descubrir la propia ignorancia, y la sorpresa…)
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