noche – parque

Los parques en la noche pueden ser lugares de ensueño, de frontera entre el mundo racional normal y otros mundos que uno apenas atisba. Son lugares posiblemente inseguros (incluso en ciudades muy seguras) pero a la vez son lugares donde de alguna manera puede uno quedar “por fuera de la grilla” durante un rato breve. No hay carros, no hay que estar pendiente de semáforos peatonales, no hay recorrido obvio. Hay cierta libertad (seguramente usada por algunos para encuentros que no podrían darse a la luz del día, en lugares transitados). Pero sobre todo, hay árboles, prados, a veces animales (chacales en el Parque del Valle de la Cruz en Jerusalén, ululando no muy lejos de donde camina uno, o jabalíes en algunos parques de lugares del Mediterráneo), poca gente – y la posibilidad de imaginar el lugar anterior a la ciudad, de escapar de lo urbano.

El viernes por la noche pasado llegué tarde a Madrid, y tenía conexión de vuelo a Bogotá a mediodía el sábado – muy pocas horas en Madrid para hacer gran cosa. Buscar comida buena (algo fácil allá, y realmente muy barato comparado con Jerusalén e incluso con Bogotá) y caminar. Pero la ciudad se veía un poco monótona (sobre todo llegando de Jerusalén), un poco demasiado urbana estándar. Caminando de noche por las calles de Madrid la sensación (fuera del calor absurdo) era la de estar caminando por un lugar muy genérico, muy normal. Seguramente tiene magia pero no de manera tan apresurada. Decidí bajar hacia el Parque del Retiro – eran las 11:30 de la noche.

Al principio, la reja inmensa y nada adentro. Pensé que estaría cerrado – yo en esa vía desalmada que es la Calle de Alcalá, típica de una ciudad muy carrocentrista (Madrid de verdad optimiza demasiado todo para los carros y no lo suficiente para los peatones – los carros van raudos por avenidas inmensas con andenes muy estrechos) y el parque, misterioso, tras la reja.

Pero un par de cuadras adelante vi que estaba abierto el parque. Entré al lugar de ensueño, de maravilla, de felicidad, de misterio que es un gran parque urbano a esa hora.

Me dediqué a tratar de captar con la cámara esa atmósfera de gran felicidad y tranquilidad (y misterio).

El epílogo fue ligeramente traumático: cuando fui a salir, tal vez hacia las 12:30, habían cerrado la puerta. Me puse a andar y me encontré con un grupo de franceses y otro de argentinos que también buscaban la salida. Pasaron unos ciclistas españoles también buscando la puerta. Que si por Atocha, que si por la Puerta de Alcalá, que todo cerrado. Nos tocó pasar la reja (puntuda – qué susto) entre varios, ayudándonos a no resbalar. Nunca apareció ni un guarda, ni un policía, ni nada. Tampoco parece haber información de ninguna clase. España no es un país bien señalizado.

 

jalonot – ventanas

Aunque uno no sea religioso, aunque uno ni siquiera esté en este momento dentro de ninguna religión organizada, aunque uno dude de si ser creyente (¿creyente en qué exactamente? es la primera pregunta que parece no ser examinada con cuidado por muchos) o no, aunque uno sea agnóstico o decida que su dios es el de Spinoza (o sea, básicamente, el mundo – algo ya suficientemente complejo como para ir a buscar algo fuera), hay momentos y lugares de Jerusalén que llaman la atención. Sí, incluso a muchos que estén en los grupos descritos arriba (yo mismo oscilo entre el penúltimo y el último).

El momento más extraño es tal vez el inicio del shabat, que se recibe con felicidad y emana dulzura. Cuando suena la sirena (¿un minuto? ¿dos?) que marca el inicio de ese período en la ciudad, ya la ciudad empezó a calmarse desde hace un rato. El viernes inicia con actividad frenética (ir al mercado, al shuk, un viernes a mediodía, es la experiencia más loca del mundo – piense la densidad de Transmilenio en hora pico mezclado con gente angustiada comprando panes, encurtidos, vegetales, peces, jalva, humus y miles de cosas más para terminar de cocinar antes del momento en que no se puede, todo salpicado de turistas despistados, de gritos en hebreo y árabe, en curdo y ladino… Pero al rato se calma todo y entra la magia.

Cae la noche y si uno quiere ir caminando por ahí escuchará muchos cánticos en las casas o en sinagogas, muchos melismas y formas musicales que parecen conectarlo a uno directamente con tres mil años atrás, muchas casas con luces prendidas y ventanas abiertas y familias enteras en celebración. Si uno está de buenas, lo invitan a un shabat. Pero si no, queda la dulzura maravillosa de caminar por ahí, respirar las mil hierbas aromáticas de la ciudad, sentir la calma de muy pocos carros mezclada con la dulzura o la energía de esos cantos que parecen levantar por el aire zonas enteras de la ciudad.

No es posible trasmitir eso de manera jugosa. Pero sí puedo lanzar aquí las ventanas, las jalonot, y dejar que la imaginación ruede.

self perception

Spectral Selfie

this “spectral” selfie is another one of those photograph taken in the middle of the night, with extreme sensitivity and exposure of almost ten seconds

I allow myself to breathe normally and move a little; the result is somewhat akin to an x-ray, at least in the arms

of course none of this is visible to the naked eye – the camera can, though, “see” all these things

noche / luz / compl

La luz nocturna me intriga, desde hace un buen tiempo. La no presencia del sol, la posibilidad de ver cosas ligeramente distintas con cámaras que tienen sensores buenos, la exposición con tiempos altos (montañas quietas, árboles movidos por la brisa, levemente “uncanny”, la aparición de algún pájaro o perro que se atraviesa en la foto de larga exposición y queda espectral). A veces la misma mano mía, intentando sostener un pulso de varios segundos pero fallando, termina dando a las fotos nocturnas la impresión de un paso fugaz de algo. En algunos casos incluso, si uno no sabe que la foto fue tomada de noche podría pensar que fue de día, pero si mira más puede detectar cierta frialdad de la luz, cierta quietud, incluso cierto pietismo abstracto de la ausencia del sol.

66.5457 m

According to Google Maps, that’s the distance between this apartment and our neighbors’ building in front (I doubt Google Maps’ accuracy, to the tenth of millimeter – but I do believe 66.5457 plus or minus 5 meters must be correct.)

66.5457 m is a great distance to feel, in Bogotá, as in some version of Rear Window: most neighbors have virtually no curtains. The area would perhaps be called “creative class” in other cities, I don’t know exactly what to call it. Chapinero Alto consists of not too rich, not poor people, who seem to travel a bit around the world, some involved in academia, some in fashion design, arts and crafts, writing, journalism, or just plain business. It is also considered “the gay” area in Bogotá – I still wonder exactly why (what I see is just a mix of families, couples, male-female, male-male or female-female, or single people, not too many questions asked in general – and a few enclaves considered “classically gay”: the supermarket on 63rd and 7th – quite a colorful and exciting place, I must say, the gym in front of it). For the most part, however, it seems to be an area where people like doing their own things and letting other people enjoy life as it comes, without much fuss. After almost two months living here, what I like best is perhaps walking (many nice walks near the mountains) or hiking into the Quebrada de la Vieja – where you can actually reach páramo altitudes if you have the energy – or just walking or running on Carrera 3A – all the way from 53rd to 72nd, and watching the super-eclectic architecture (40s, 50s, 60s, 70s, 80s, 90s, 00s and even 10s all mixed up). I have come to like this mix quite a lot.

While I write I can see a neighbor dancing (she seems to be doing contemporary repertoire – from what I can judge). Two other neighbors seem to be discussing, perhaps enjoying some drinks. Someone has a computer screen on, with code. From 66.5457 m, all I can see is the unix-terminal-like screen, multicolored, and the guy typing code and going up and down screens. Someone else (not clear if a he or a she) seems to be playing violin. People sitting on couches, relaxing. Dogs or cats visible during the day, people with uncurtained windows at night.

Oh – of course, we have no curtains yet. We have not decided what to put. We must be watched by those people, from those 66.5457 m. I wonder what they see.